Crónica de una procesión distinta de la Virgen de la Consolación
2017 será recordado como el año de las nuevas andas de la Virgen de la Consolación. Preciosas y muy pesadas, por la cara de sus portadores. De cómo –vaya mala pata- se estropeó la iluminación del trono de la Virgen en su día de estreno. Mecachis, las fotos a la porra, porque las calles no ofrecían la suficiente luz. De que la congregación cambió la disposición de la comitiva, lo que descolocó a más de uno. Y por la extrema lentitud con que transcurrió este año la procesión. El único medio de comunicación presente, DIARIO DE POZUELO. En esto, nada ha cambiado.
También este año la congregación cambió el orden de la comitiva procesional: los concejales iban delante del trono de la Virgen, y la alcaldesa, detrás, precedida por los sacerdotes. Dejadme sola, parece que decía. Pero no: ella iba acompañada de su marido, de dos asesores y de un director general. Del todo absurdo, pero es que ella tiene miedo a estar sin comitiva ante la gente y necesita que alguien le dé seguridad. Por su parte, los concejales del equipo de gobierno iban más relajados que nunca, más naturales y menos envarados, supongo que por no ver a su jefa en casi ningún momento de la procesión.
Los ediles de todo el arco político, allí estaban casi todos: PP, Ciudadanos, PSOE. Especialmente reseñable la presencia de dos de los tres concejales del morado Somos Pozuelo: Pablo Gómez Perpinyà y Unai Sanz, hechos unos pinceles, vestidos de pimpollos. Pablo con camisa y chaqueta; Unai, con pantalón largo y camisa. Con un toque de distinción sin renunciar a ramalazos podemitas. Además, este año, se quedaron casi hasta el final: era un clásico que hicieran mutis por el foro al llegar a la Plaza de la Coronación. Ya digo, hay que valorar la presencia y el esfuerzo de los Somospozueleros, poco dados a la asistencia a estas manifestaciones religiosas y populares. De hecho, su tercera concejala, Maite Pina, ni estaba ni se la esperaba. Ella tiene urticaria ante estas muestras de fervor de la gente.
Mención especial merece la cara de la alcaldesa. Susana iba con el rostro arrobado, los sentimientos desbordados, al borde del llanto, como sólo ella sabe padecer. Seguro que después de esta experiencia mística, nuestra querida Quislant habrá perdonado todas las afrentas que ella imagina a su alrededor. Que habrá hecho propósitos de hacer las paces con sus enemigos, y que habrá renunciado a realizar la inminente crisis de gobierno que tiene pensada. Que suba el incienso de los sacrificios humanos.
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