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‘Samsara’ transmite al público serenidad y reflexión gracias al ballet de Victor Ullate

 

El sábado 10 de mayo MIRA Teatro estrenó en Pozuelo de Alarcón el espectáculo de danza ‘Samsara’ que pueso en escena  la compañía Víctor Ullate Ballet. La sala del Teatro agotó todas sus localidades lo que predecía el éxito del ballet. El público dedicó una gran ovación al director, Victor Ullate e incluso se levantó para aplaudir la gran actuación de los bailarines.  



Como explica el director, «Samsara es la danza de la vida, el lugar donde poder despertar y quitarnos el velo de la ignorancia», y esto ha sido lo que ha transmitido al público del MIRA. Un ojo cerrado fue la primera y constante imagen durante la obra. Gracias a archivos históricos ‘Samsara’ proyecta una serie de vídeos que recorren momentos históricos muy duros e impactantes como las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, las fosas comunes del holocausto nazi o las Torres Gemelas el 11-S.

A través de cada pieza de ballet y al ritmo de músicas orientales de Asia, India u Oriente Próximo, entre otras, los bailarines representan tanto momentos de paz y alegría como escenas de muerte y tristeza en las que la doctrina budista siempre estaba presente. Cada pieza es ilustrada por una frase conmemorativa de grandes imágenes del budismo como el XIV Dalai Lama, Matthieu Ricard o Sogyal Rimpoche, profesor del XIII Dalai Lama, entre otros, por ejemplo, «es nuestro espíritu y sólo él, quien nos encadena o nos libera», de Dilgo Khyentse.

Una de las piezas más aplaudidas por el público e impactantes fue la representación de la represión de las mujeres y los homosexuales en Oriente Próximo. Los 19 bailarines representaron esta escena en la que todas las mujeres menos una iban vestidas con un burca negro y mediante movimientos de ballet lapidan a la mujer que muestra haberse liberado de esta prenda opresora. Mientras, dos bailarines vestidos de blanco, que representan la homosexualidad, son apaleados por el resto de los hombres.Sin duda, el espectáculo no dejó indiferente a nadie.

El público se entregó no sólo a lo que representaban los bailarines, sino también a los movimientos clásicos y contemporáneos del ballet, al vestuario, a la música, cuya base eran instrumentos de viento y percusión, y a las luces que envolvían y daban sentido a lo que estaba ocurriendo en el escenario.

Al final de la obra el ojo se abre y derrama una lágrima. Cada bailarín, vestido de blanco, presenta una rosa blanca y forman una hilera al son de melodías budistas. El público aplaudió y se levanto de los asientos para vitorear tanto a los bailarines como al director, Victor Ullate y a Eduardo Lao, al director artístico.  

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