Agradecimiento a la residencia "San Diego y San Nicolás"
Sr. Director:
Mi abuela, Dª Ana Santa-Cruz Barceló, pasó los últimos años de su vida en la residencia "San Diego y San Nicolás" de Pozuelo de Alarcón. Al frente de la residencia, Sor María Luisa, Directora del centro y Superiora de la congregación de monjas católicas Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que realizan su trabajo diario con los ancianos residentes y prestan apoyo a sus familiares.
El motivo de estas palabras es hacer conocedor y partícipe a los lectores del DIARIO DE POZUELO, del agradecimiento tan profundo que nuestra familia siente hacia las Hermanas en particular y al resto de personal que bajo su supervisión desarrollan su actividad laboral en esta residencia de Pozuelo de Alarcón.
Este agradecimiento no es un sentimentalismo. Es un derecho de reconocimiento que creo ha de tributarse a quienes desarrollan su "role" no sólo dentro de los estándares de calidad profesional, que el cuidado y manejo de ancianos requiere, sino y sobre todo con el requisito bien alto de la dignidad humana hasta su término. Dignidad basada en el acompañamiento, en el cariño, en la higiene y aseo, en los muchos gestos de cariño y ternura de quien ve en cada anciano, un hermano que Dios ha puesto para ser amado. El venir de otras residencias te da esta perspectiva que te hace comprender que el éxito para acompañar los últimos años de una persona no están en las infraestructuras o vanguardismo de las residencias de nuestra Comunidad, sino en el factor humano de quienes desde dentro reciben y asisten a personas por quienes merecen la pena todos los desvelos, sinsabores, malas contestaciones y otras "lindezas" con que nuestros mayores muchas veces responden a sus cuidadores. No se nos escapa a los familiares, que muchas de estas situaciones han tenido lugar. Lo que en otras residencias fue motivo de escándalo, castigo e incluso expulsión, ha sido en esta siempre tratado con gran discreción, disculpado y asumido con amor. ¡¡¡Qué gran diferencia!!!
Falleció el pasado 16 de junio. De repente. Sin sufrimiento. Cuando llegué a la residencia llevaba tan solo unos minutos muerta, y allí estaba tumbada en su cama, con la cara serena, sensiblemente sonriente. Se nos fue como había vivido sus últimos dos años, en paz. Gracias Sor Maria Luisa, Sor Feli, Sor Juana, Sor Concepción, Cristina (médico), Begoña (trabajadora social), Isabel (psicóloga), Ana (coordinadora), auxiliares de su planta..., gracias a todas y cada una de las personas, monjitas y empleados, que habéis estado con ella en sus últimos años. Gracias por el cariño que nos habéis dispensado a todos nosotros, los familiares. Por sentir con nosotros la muerte. Estas cosas no se improvisan. Sencillamente salen del alma cuando el alma está llena del Amor de Dios.
Estas mismas palabras se las he transmitido al Sr. Director General de Coordinación de la Dependencia de la Comunidad de Madrid. Creo que esta residencia se merece que las autoridades en relación con la dependencia conozcan la magnífica y humanitaria labor que realizan las Hermanas de la Caridad.
Aprovecho también para felicitarle por su periódico. Enhorabuena. No es fácil comunicar la verdad en los tiempos que corren. Ustedes lo hacen. Un cordial saludo.
*Este diario no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores ni de las de las cartas al director.
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