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La sonrisa de Aito

 

Había ido yo andando, por una vez y sin que sirva de precedente, a por una receta de pastillas para el reuma al Centro de Salud de la calle San Juan de la Cruz cuando, de vuelta a casa, me encontré con un edificio que en la puerta ponía ampulosamente Centro de Empresas. Como esto de andar no es lo mío, salvo que pasee al perro, me dije que aquel Centro de empresas era un buen sitio para hacer una paradita y enterarme, de paso, de lo que era aquello de nombre tan grandilocuente. Será, pensé para mí, una de esas pijoterías que tiene este ayuntamiento para quedar bien y colocar a algún sobrino de algún concejal. Pero cuando entré en el susodicho Centro de Empresas me encontré, extrañamente, con una gente amabilísima dispuesta a ayudarme en lo que necesitase. Y la verdad es que yo, en aquel momento, sólo necesitaba una silla donde sentarme.

Minutos después, aquella gente no sólo estaba dispuesta a ayudarme en mi parte perjudicada sino que me preguntaban insistentemente qué necesitaba. Si era un emprendedor y quería abrir una empresa, allí me asesorarían. Si era un empresario y tenía algún tipo de interés en conseguir alguna subvención o algún crédito se ofrecerían a informarme de las posibilidades reales de conseguirla para que no perdiese tiempo mirando boletines o visitando ventanillas. Que si era un empresario que quería contratar a alguien que me darían una lista de parados para que pudiese elegir a través de lo que llamaron el Canal de Empleo y que si era un parado que allí me podrían buscar trabajo.

Aquello me apabulló. Lo reconozco. Porque cuando me quise dar cuenta me vi con un montón de folletos y panfletillos en los que me explicaban una y mil cosas. Es más, en el colmo de la eficiencia, me ofrecieron la posibilidad de ver a la concejala, aunque en aquel momento no se encontraba en el edificio. ¿Ver a la concejala?, pregunté asombrado. ¿Que yo, humilde y prejubilado mortal, puedo ver y hablar con una concejala sin que tenga que solicitarlo por escrito con citas distintas en tres antedespachos para ver si es importante lo que le quiero contar? Sí, me contestaron. Lo que pasaba era que no estaba en aquel momento. Puesto a tensar la cuerda, insistí, en preguntar si, aún siendo un prejubilado, la concejala me recibiría... Y, para mi sorpresa, me dijeron que sí. Que a la concejala le interesaba también la opinión de los 'seniors'. Y a mí me gustó eso de que me llamasen 'seniors'. Es algo pijo pero suena mejor que prejubilado. Y claro, ante tanta amabilidad, no tuve más remedio que preguntar quién era aquella concejala de otro planeta que trabajaba en el Ayuntamiento de Pozuelo. Y en ese momento me enteré que en este pueblo existe una concejalía de Promoción Económica y que la concejala que la lleva se llamaba Almudena Ruiz. Minutos después y tras dar las gracias ante tanta amabilidad y haber recuperado fuerzas, me fui con el propósito de investigar quién era aquella concejala con nombre de copla madrileña y apellido de noble y antiguo linaje castellano y que hacía que en su concejalía los funcionarios tuviesen interés por su labor. Cosa harto inusitada.

Y debo reconocer que casi echo a correr, pese al reuma, cuando supe que era una mujer de 26 años y que procedía de la enseñanza ya que era Diplomada en Magisterio. En ese momento lo entendí todo. Sólo una joven maestra está preparada en España para llevar una concejalía así y en la que hay que lidiar con la jauría que forman los comerciantes de Pozuelo, entre otras cosas. Sobre todo los hosteleros. Y es que una maestra española de hoy debe reunir muchas virtudes y estar preparada para lo peor. Los maestros en España, en este tiempo, tienen que estar capacitados para enfrentarse a los herederos de la LOGSE, aquella ley que los ninguneó hasta quitarles su ancestral autoridad y dársela, extrañamente, a los alumnos, y seguir al pie del cañón. De aquellos polvos son estos lodos.

Me contaron también que Almudena es Directora General de la Comisión Ejecutiva de la Fundación Pozuelo siglo XXI, organismo del que desconocía su existencia pero del que he tomado pertinente nota. En Pozuelo uno no se entera de nada. Y que a Almudena se la conoce como La sonrisa de Aito. Desconozco la razón de tan singular nombre. Sonriente, desde luego, lo es y merece el apelativo, pero no caigo en quién puede ser Aito. Aunque, puesto a elucubrar, es muy posible que Aito sea Ayto y que corresponda a la abreviatura de Ayuntamiento y que la cosa sea La sonrisa del Ayto. Ahora la gente escribe tan mal que se puede esperar cualquier cosa de ella o también puede ser que yo no haya sabido transcribir la palabra.



Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.

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