La constitucionalidad del Estatuto
Después de haber impulsado un Estatuto para Cataluña abiertamente al límite de la constitucionalidad que sólo demandaba una casta política parasitaria, en su propio beneficio y en perjuicio de España; después de simular democracia forzando a que lo votara un escuálido tercio de los catalanes: la fracción apesebrada por esa casta sectaria; después de presionar y humillar al ya de por sí jurídicamente menesteroso tribunal constitucional, que no ha tenido más remedio que hacer filigranas para complacer al poder que maneja a Zapatero; después de negar la evidencia de su amplia inconstitucionalidad declarada, Zapatero, que es su impulsor nominal, está buscando los medios para sacarlo adelante, en claro fraude de la ley y de la constitución y apoyado por esperpénticas medidas socialistas como la de prohibir los toros y eliminar las provincias.
Parece claro que pretende modificar la constitución sin contar con la representación política de España, un tipo y un partido al que se le ha llenado la boca de la palabra consenso pero que nunca puede decir nada sin ambigüedad. Quieren apalancar a una constitución que probablemente no haya tenido otro objetivo que el de beneficiar a esa aciaga calaña política y que parece que ya no da de sí para tanto vividor como los que torticera y pertinazmente sólo se sienten satisfechos con la desintegración de una España esquilmada.
Ahora bien, utilizar a Cataluña contra España por más que haya sido una constante histórica de la masonería y el bolchevismo, a los que Zapatero no es ajeno, por más que no quepa esperar otra cosa de quien no puede haber sido puesto en el gobierno con otro objetivo, por más que la responsabilidad esté atenuada por la alucinógena ideología que le ilumina, el que sea el presidente del gobierno de un país al que supuestamente representa quien acuda a esa misma táctica sólo puede ser definido con una palabra: Traición.
Juan Antonio Martínez
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