La mujer pozuelera en los años 60
Pozuelo de Alarcón en la década de los años 60, tenía una población de 8.559 habitantes, de los que las mujeres representaban el 49,75 % (4.271 hombres y 4.228 mujeres). El 86 %, mayores de catorce años, tanto solteras como casadas o viudas, se dedicaban a SL (sus labores). El 12,63 % desarrollaron otras profesiones, que esto suponía estar dedicadas a ellas un número de horas al día y percibir un salario.
La mayoría fueron profesiones consideradas específicamente femeninas para la época, como sirvientas, cocineras, modistas, peluqueras, limpiadoras, mecanógrafas etc. y muy pocas, para las que se requería, un nivel cultural más alto como maestras, administrativas, etc.
El mayor número correspondió a las que declararon estar dedicadas a las faenas domésticas1cuyo trabajo implicaba el cuidado de la casa, la compra de alimentos que, ante la ausencia de frigoríficos, tenían que hacer casi a diario, hacer la comida para toda la familia, el cuidado de los hijos, de los familiares mayores como padres, tíos, etc. Lavaban la ropa en el lavadero público y acarreaban el agua en cántaros y botijos desde las fuentes públicas hasta las viviendas, por carecer, la mayoría de las casas, de agua corriente. Sólo unas cuantas familias acomodadas podían pagar a otras mujeres para ue les lavasen la ropa y les llevaran el agua desde las fuentes a las viviendas.
Muchas casas disponían de patio y corral donde, muy frecuentemente, las mujeres criaban animales domésticos, gallinas, conejos, palomas, cerdos etc., y si el espacio se lo permitía y disponían de pozo de agua para el riego, cuidaban pequeños huertos cuyos productos servían de complemento a la alimentación o los vendían para ayudar a la economía familiar. También pertenecen al grupo que declararon como actividad “sus labores” las esposas e hijas de comerciantes que ayudaban en las tiendas, despachando, cobrando, limpiando el establecimiento, etc. y las mujeres de agricultores y ganaderos que, al no tratarse de grandes explotaciones, ayudaban en las faenas agropecuarias, vendían los productos derivados de estas actividades en las propias casas, los servían a otras o en el marcado el día señalado, como fue el caso de las lecheras, hortelanas, etc. Por estos trabajos no cobraban salario alguno entendido como tal, ni estaban consideradas como trabajadoras a efectos laborales, además de tener que compaginar con las faenas domésticas, el cuidado de los hijos, etc.
Otro grupo, también se consideraban dedicadas a “sus labores” las jóvenes que “cosieron guantes de piel”, actividad que se había iniciado en los años cincuenta. Continuó con las mismas características con las que se había iniciado en la década anterior. Unas pocas servían de intermediarias entre la fábrica y las mujeres que los cosían en sus casas. Por esto recibían una compensación económica de acuerdo a los pares cosidos, sin ningún otro reconocimiento laboral. La mayoría fueron mujeres solteras que vivían con sus padres y que a través de ello conseguían una pequeña remuneración, con la que se compraban el “ajuar” para casarse, o se pagaban “sus gastos”. Este trabajo, por lo general, lo dejaban cuando se casaban.
También en la industria del curtido de pieles, que siguió siendo la actividad industrial más importante en el municipio, tomaron parte las mujeres de la misma forma que lo habían venido desarrollando, en décadas anteriores, “cosiendo badanas” y clavando badanas en un bastidor, con las mismas condiciones laborales. Se les pagaba una cantidad previamente acordada, por unidades cosidas o clavadas, sin ninguna otra consideración laboral.
El número de mujeres que continuaron estudiando, una vez cumplidos los catorce años, representó un porcentaje muy bajo2(1,4 %) y dentro de éstas, sólo 6 habían nacido en Pozuelo de Alarcón. La mayoría eran hijas de profesionales que habían nacido en otros lugares. Cursaron estudios medios y profesionales como magisterio, enfermería, contabilidad, administración, etc. y aunque alguna inició estudios superiores, no llegaron a finalizarlos.
Con respecto a las profesiones consideradas como tales por percibir un salario semanal o mensual, aunque no siempre estuvieron reconocidas con prestaciones laborales, las más numerosas fueron las “sirvientas” que representaron el 27,02 %. , la mayoría solteras de las que sólo cuatro habían nacido en Pozuelo de Alarcón, el resto fueron inmigrantes con un bajo nivel cultural que prestaban sus servicios en las casas de nivel económico más alto del municipio, en las casas de las familias que pasaban el verano en el pueblo, procedentes de la capital, y muy pocas se desplazaban a diario a Madrid a trabajar como sirvientas eventuales.
Las “empleadas” representaron el 23,51%. Tuvieron distintos cometidos: dependientas, empleadas en oficinas, etc. que suponía un nivel de instrucción más elevado. El número de maestras estuvo determinado por el incremento de escuelas que tuvo necesidad el municipio, debido al aumento de la población infantil. Sólo una había nacido en el municipio, el resto fueron maestras del Estado, que procedían de otros pueblos de diversas provincias y que, debido a la cercanía del municipio a la capital, solicitaban este destino.
Otro oficio destacable, sobre el resto, fue el de modista, típicamente femenino y para el que no se necesitaba ninguna formación específica, el cual aprendieron la mayoría de las jóvenes pozueleras en esta década.
Otra profesión fueron las empleadas en artes gráficas (23), que estuvo determinado por la existencia de la empresa Ortiz, S.A. dedicada a la impresión y embellecimiento de lo imprimido, pintado, dibujado etc. Las mujeres contratadas, se beneficiaron de las ventajas de una seguridad social.
De otras profesiones, no hubo ninguna que destacara, sin que podamos afirmar que las mujeres pozueleras fueran especialistas o se inclinaran hacia una determinada profesión. La mayoría dejaron el trabajo al casarse y muy pocas tuvieron una profesión diferente a “sus labores” después de contraer matrimonio3.
En lo referente al estado civil, en la década de los años sesenta, predominaron las mujeres casadas a partir de los veinte años. A partir de esta edad, el número aumenta hasta llegar a las edades entre treinta y treinta y cinco años en que el 90 % estaban casadas. A partir de estas edades, las cifras disminuían hasta las que tenían ochenta años, en que sólo permanecían casadas el 5 %.
Las mujeres solteras entre veinte y veinticinco años fueron numerosas, llegando hasta casi el 70 % de las jóvenes, pero a partir de esta edad, el porcentaje desciende sustancialmente hasta casi el 25 %, continuando el descenso con pequeñas oscilaciones a lo largo de las sucesivas edades, hasta los ochenta años que asciende con respecto al grupo anterior llegando al 10 %. Esto denota que al municipio llegaron mujeres solteras, a lo largo de la década, con edades avanzadas.
El estado de viudez comenzó muy pronto en esta década. A partir de los treinta años, ya hubo mujeres viudas, aumentando su número progresivamente a medida que avanzaron en edad hasta llegar a los 65 años en que más del 45 % estaban viudas, superando el porcentaje de casadas que no llegaron al 40 % y el de solteras que no alcanzó el 15 %. A partir de los sesenta y cinco años, el número de viudas fue notoriamente superior con respecto a los otros dos estados.
Todas las mujeres eran, en función de su relación con un varón que figuraba como cabeza de familia: esposa, hija, madre, madre política, sobrina, etc. sólo las viudas o solteras, mayores de veintiún años, pudieron desempeñar el papel de cabezas de familia, siempre que no hubiera un varón mayor de edad en la familia, el cual tenía prioridad sobre la mujer para ejercer de cabeza de familia. Las mujeres casadas todas estaban “domiciliadas” en la casa donde el varón figuraba como “vecino”, alcanzando esta categoría de “vecinas” las hijas solteras a partir de veintiún años, aunque vivieran en la casa paterna, así como las demás mujeres familiares o no (sirvientas, criadas, etc.), que convivieran en la casa con el cabeza de familia.
María Esperanza Morón García
Cronista Oficial de Pozuelo de Alarcón
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