fbpx

«Carmen Amaya representó un punto y aparte en el mundo del baile y del flamenco»

 
José Antonio hace una parada en sus maratonianos ensayos para atender a Diario de Pozuelo. Lejos queda ya su debut, con tan sólo ocho años, o su nombramiento como primer bailarín del Ballet Nacional de España en 1978, bajo la dirección de Antonio Gades. En aquel momento, difícilmente imaginaba que dieciocho años más tarde, en 1986, dirigiría por primera vez esta compañía hasta 1992. Pero el amor entre José Antonio y el BNE resulta recíproco y así, en el año 2004 vuelve a tomar las riendas de esta institución para situarla en lo más alto en el panorama internacional, como él mismo reconoce.

Este fin de semana llega a Pozuelo de Alarcón para presentar 'Aires de Villa y Corte', una coregrafía ambientada en el Madrid del siglo XIX,  y 'La Leyenda', un homenaje a la inolvidable Carmen Amaya. El sábado 19 de enero, a partir de las 20.00 horas deleitará a los asistentes con su espectáculo y un día más tarde, el domingo 20, a partir de las 19.00 horas repetirá función.  


¿Cómo van los últimos ensayos del espectáculo que presentarán este fin de semana en Pozuelo?

Es un programa que nosotros tenemos muy dominado. Hemos trabajado con él en todas las partes, en muchas ciudades y en muchos países. Es muy interesante, sobre todo para un sector de aficionados. Hay una primera parte, 'Aires de Villa y Corte', que es una recreación sobre las Escuela Bolera del siglo XVIII – XIX, que resulta muy complicado ver hoy en día sobre los escenarios porque requiere una técnica muy rigurosa. Son cinco movimientos que no tienen ningún argumento y que pasan de escenas palaciegas a escenas populares del Madrid de la época. 

La otra coreografía que incluye dentro del programa se denomina 'La Leyenda'. En ella se homenajea a la desaparecida bailaora y cantaora de flamenco Carmen Amaya, quien falleció hace 45 años. ¿Qué representa esta mujer dentro del mundo del baile?

Carmen Amaya representó un punto y aparte en el mundo del baile y del flamenco. Con ella se rompieron muchos moldes, la mujer comenzó a bailar de otra manera totalmente diferente. Era una mujer femenina, pero introdujo la moda de bailar vestida de hombre en las alegrías y asombraba porque tenía una energía, una fortaleza y una claridad en los pies, que pertenecía más a una técnica de hombre, porque el hombre siempre se ha dicho que bailaba de cintura para abajo y la mujer de cintura para arriba. Ella rompió todos esos esquemas y aparte era una mujer menuda físicamente, pero que era grandiosa, genial, enorme como artista.

'La Leyenda', un trabajo que yo hice con todo mi amor, respeto y dedicación, cuenta con la música de José Antonio Rodríguez, un magnífico compositor, y hemos creado una historia sin que se cuente su vida, pero sí a partir de imágenes de sus bailes más emblemáticos. Hay una sucesión de palos, que van desde los tangos, el embrujo del fandango, las alegrías, rumbas, soleá, hasta las seguiriya, que es como termina.

¿Cómo se consiguen plasmar todos estos elementos en una coreografía?

El personaje, en esta historia, lo he dualizado. He creado un personaje carnal, que interpreta Ana Moya, y el persona más intangible, más espiritual, que lo interpreta Elena Algado. Es un ejercicio coreográfico muy intenso y muy brillante. Entre las dos crean un todo, un ser que se complementa. 

Además de Carmen Amaya, ¿qué otros bailarines son susceptibles de una coreografía en su honor?

Hay grandísimos maestros que se lo merecen. No solamente que se lo haga yo, sino que les reconozcan los artistas y la profesión. Yo, concretamente, también he hecho 'Elegía-Homenaje' a Antonio Ruiz Soler, más conocido como Antonio 'El Bailarín', que ya se estrenó hace dos años en el Teatro de La Zarzuela para conmemorar el décimo aniversario del fallecimiento de Antonio. Es una obra con música de Turina. Yo creo que a los maestros el mejor homenaje es que esté presente siempre en la carrera de un artista por su comportamiento, por su forma de hacer. Aunque yo no haya hecho homenajes a otras personas, tampoco puedes estar haciendo homenajes constantemente, sí que se homenajea a todos tus grandes mitos, tus grandes maestros con el rigor y con la forma de hacer tus trabajos. 

Centrándonos en el momento por el que atraviesa el mundo del ballet en nuestro país, su labor como director del Ballet Nacional de España se divide en dos etapas. La primera se extendió desde el año 1986 hasta el 1992 y posteriormente, retomó las riendas en 2004. ¿Qué cambios aprecia en estas dos etapas dentro del mundo del Ballet?

Hay grandísimas diferencias. Eran otros componentes. Era una compañía que, en aquel momento, tenía un potencial económico mucho mayor. Hoy las circunstancias son un poco más recortadas, en ese sentido, porque la situación mundial tampoco está tan boyante. La compañía eran personas que pertenecían a la plantilla fija y hoy en día, la forma de la plantilla es gente que se va renovando a través de contratos. Yo creo que de aquella etapa queda una experiencia magnífica, extraordinaria, donde salieron artistas magníficos y que hoy son grandes figuras. 

En esta etapa estamos en el camino de consolidar y de que de aquí salgan también figuras como las que salieron en aquella época. Es gente joven, pero que está trabajando de una manera muy rigurosa y que, afortunadamente, cada lugar a donde vamos, cada ciudad, cada país, el público acoge a esta compañía como una de las mejores del mundo. Es una gran responsabilidad, pero también es una gran satisfacción ver que el arte y la profesión continúan siempre. De diferentes formas, con diferentes personajes, pero que están en constante evolución.  

Continuando con las diferencias, la gira en la que se encuentra inmerso el Ballet Nacional de España le llevará a Turín a comienzos del próximo mes de noviembre. A lo largo de su trayectoria como bailarín, coreógrafo y director, ¿qué diferencias aprecia entre el público español y el de otros países?

Cada país tiene su peculiaridad. Creo que es bueno que el artista se acostumbre a todo tipo de reacciones. Hay públicos que son muy efusivos, muy espontáneos, que se muestran eufóricos cuando aplauden, cuando gritan y hay otros que a lo mejor les impresiona muchísimo, pero no lo expresan de la misma manera. Creo que el artista debe de bailar con la convicción de que está haciendo las cosas muy bien, con mucha calidad y que luego el espectador sea el que decida. Un artista nunca debe de buscar el aplauso y la ovación fácil.

¿Podría citar algún ejemplo concreto?

En Japón, que adoran el flamenco y todo lo que es español, hemos tenido un público absolutamente volcado.  A lo mejor no con grandes gritos, pero aplausos de diez minutos. En Tailandia fue muy diferente. El público gritaba, se expresaba con una espontaneidad increíble. En Buenos Aires, en donde estuvimos hace dos meses, ha sido realmente impresionante. La gente se emocionaba, gritaba, lloraba, esperaban a la compañía a la salida para felicitarla, para fotografiarse con ella. El bailarín debe de tener un gran respeto a todo tipo de público y sobre todo a la reacción que éste tenga. Se le debe captar con rigor, con convicción y con entusiasmo. Pero nosotros no podemos influir en la reacción

Escribir un comentario

Código de seguridad Refrescar

Enviar

Publish the Menu module to "offcanvas" position. Here you can publish other modules as well.