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De padres del ‘baby-boom’ a cuidadores de nietos

 

Cada vez es más frecuente ver abuelos al mando del cochecito de sus nietos y abuelas que esperan a mediodía la salida de los niños del colegio. Son abuelos jóvenes que, para bien o para mal, viven una segunda paternidad. El nuevo rol de los abuelos es consecuencia también de los cambios en la estructura familiar y de los difíciles horarios de trabajo de sus hijos.


Pieza fundamental para el mantenimiento de la unidad familiar, los abuelos son portadores de la historia, transmisores de cultura y en ocasiones ejercen una labor de mediación en los conflictos entre la segunda y la tercera generación. Históricamente, la figura del abuelo ha sido un referente en la vida de las familias, ligada, sobre todo, a la infancia de los niños. Sin embargo, en nuestros días es frecuente encontrar adultos con abuelas y abuelos vivos.


Los abuelos españoles de hoy conforman un auténtico ejército. Fueron padres jóvenes en la época del baby-boom –entre 1957 y 1977- y son responsables, por tanto, del incremento de población en España. La coincidencia de este fenómeno con el aumento de la esperanza de vida, especialmente en el varón, ha generalizado la experiencia de ser abuelo, mientras que la jubilación más temprana ha contribuido a crear su estatus de hombre relativamente libre en el uso de su tiempo y en buen estado de salud, que puede dedicar más tiempo a sus nietos.

Más abuelos con más tiempo

Hay más mayores que cuidar pero también más mayores para cuidar, como explica Lourdes Pérez Ortiz, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, en su informe “La estructura social de la vejez en España. Nuevas y viejas formas de envejecer”.

El futuro, sin embargo, dependerá de las decisiones de fecundidad de los más jóvenes; y, en este sentido, se prevé que las generaciones nacidas a partir de 1975 cuenten con menor número de abuelos, y estos, a su vez, tengan menos nietos. Según fuentes de la Asociación de Abuelos y Abuelas de España (ABUESPA), «como los jóvenes se están casando a edades superiores y es previsible que sus hijos hagan lo mismo, los abuelos futuros no serán sin duda abuelos jóvenes y no podrán colaborar tanto en la atención de los nietos, ni en el apoyo al matrimonio de los hijos».

Según los expertos, el cambio de rol de nuestros abuelos se apoya también en otras causas que hacen de ellos unos pioneros: la reducción del núcleo familiar, una mayor valoración de lo emotivo que afecta sobre todo a los varones, la incorporación de la mujer al mundo laboral y la extensión del fracaso matrimonial. A los niños pequeños a los que no pueden cuidar sus padres –por separación o divorcio, porque trabajan o por cualquier otro motivo– ya no los cuidan sus hermanos mayores, porque casi no tienen; los cuidan los abuelos.

Este cambio en la estructura familiar y las consecuencias que de él se derivan ha despertado el interés de entidades de orientación familiar, asociaciones, administraciones públicas e instancias sanitarias. Es el caso del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra, donde el Dr. Jorge Pla Vidal impartirá un curso este verano sobre ‘Ancianidad, familia y salud: retos y oportunidades’, o el de ABUESPA, entidad que nació en 2005 y cuyo objetivo es «unir, formar y animar a los abuelos y abuelas para que, con su experiencia y puesta al día, cumplan con el objetivo de ser más útiles a sus hijos y nietos».

Segunda maternidad

Según el Dr. Pla Vidal, director del departamento de Psiquiatría y Psicología médica de la Clínica Universitaria de Navarra y consultor clínico del Instituto de Ciencias para la Familia, «los abuelos tienen un papel insustituible como escuela donde desarrollar las virtudes y los afectos, pueden modular los aspectos más tensos de la convivencia paterno-filial, cooperan en las tareas del hogar cuando su salud lo permite, y aportan una visión menos parcial de todas las situaciones por la trayectoria recorrida».

En principio, y según las encuestas recogidas por la profesora Lourdes Pérez Ortiz en el informe citado, los abuelos valoran la compañía de sus nietos, sobre todo si son pequeños. «Muchas abuelas afirmaron haber sentido mayor alegría por el nacimiento de sus nietos que cuando ellas fueron madres. Además, tener nietos suponía para ellas una fuente de orgullo y enriquecimiento personal, que les ayudaba a sentirse jóvenes y útiles para los demás. Así mismo, para muchos hombres mayores, la función de abuelo puede ser especialmente significativa porque permite superar mejor las consecuencias negativas de la jubilación y representa una segunda oportunidad, para corregir errores u omisiones que cometieron en la relación con sus hijos».

Cada uno en su sitio

Aunque todo esto es positivo también pueden darse algunos excesos. Con frecuencia, las circunstancias obligan a los abuelos a ejercer funciones que deberían cumplir los padres: la educación y la atención de las necesidades básicas, por ejemplo. «Siempre que no superemos sus propias capacidades es beneficioso que reciban encargos o participen de la vida familiar. El problema surge cuando se acude a ellos para suplir deficiencias que tenemos en nuestro mundo: atender a los nietos cuando son pequeños y no pueden hacerlo el padre o la madre, dar estructura a familias rotas, u otras funciones que pueden generarles tensión», añade el Dr. Pla Vidal.

Las relaciones entre abuelos y nietos tienen un marco específico que las distingue de las relaciones entre padres e hijos, en especial la ‘distancia generacional’ que puede facilitar el establecimiento de relaciones más libres. Ni los abuelos tienen la misma responsabilidad sobre los nietos que los padres sobre los hijos, ni los nietos sienten la necesidad de rebelarse contra los abuelos.

Cuando esta distancia no se respeta, se producen conflictos familiares, los nietos acusan las ausencias de los padres, y los abuelos –sobre todo las abuelas–, la carga de trabajo que supone el cuidado de los nietos, las diferencias en las culturas de crianza y la ambigüedad con respecto a la responsabilidad última de la atención.

Fuentes de la ABUESPA consideran que «a los abuelos, en general, les satisface mucho colaborar en la educación de los nietos y que los hijos manifiesten respeto a la labor que realizan. No les satisface en absoluto cuando los hijos los consideran simplemente como un recurso para ‘librarse de sus hijos’ y los utilizan como ‘cuidadores’ de los nietos, sin valorar la labor que con ellos pueden realizar».

Problemas de ansiedad

Esta insatisfacción puede acabar en el médico: «A la consulta llegan personas mayores con problemas de ansiedad y depresión –asegura el Dr. Pla–. Pueden venir derivadas de la atención a nietos, mucho más jóvenes y vitales, que obligan a desplegar unas energías físicas muchas veces mermadas y que genera cansancio y tensión; o de la vivencia de los problemas matrimoniales de los hijos (desavenencias, separación, divorcio, maltrato, etc.) y las consecuencias para estos y los nietos».

«El estilo de vida más saludable para una persona a partir de la jubilación –agrega el Dr. Pla– consiste en mantener las ilusiones en la mayoría de ámbitos posibles, cumplir la nueva etapa con otro ritmo y afrontar con serenidad y paciencia las dificultades que puedan presentarse. Debe decir sí a lo que le permita seguir con una vida activa, ilusionante, donde los afectos puedan estar presentes, pero debe decir no a lo que le genere ansiedad o supere sus actuales capacidades».

«El papel de los abuelos es fundamental –concluye los responsables de ABUESPA- porque tienen la experiencia, la sensatez, el criterio y el amor para ayudar en la educación de los nietos. La sociedad debe aprovechar y, sobre todo apreciar, la relación de los abuelos con los nietos ya que ofrece a ambos posibilidades de enriquecimiento humano, profundas enseñanzas y, sobre todo, formación en valores. Su función es ayudar a desarrollar a esos niños como personas, reforzarlos en el plano espiritual. No se trata de opinar y corregir sobre el manejo de la casa, sino colaborar con los padres en la educación de sus hijos. En algunas ocasiones a los padres les falta serenidad para afrontar los problemas educativos, que son normales a la edad de los hijos, por cansancio y falta de reflexión. La educación exige paciencia y constancia, cosa que suele faltarles. Los abuelos podemos ayudarles a ver con más claridad los problemas y con cariño convencerles de que su negocio principal son sus hijos y que a ellos deben dedicarles tiempo, necesario también para reforzar su matrimonio».

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