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El campo de golf que no se riega nunca

 

En Pozuelo de Alarcón, cerca de Ática, hay un club de golf cuyos socios sólo pagan 12 euros al mes. El ‘green’ se siega sólo tres meses al año, por lo que las bolas se suelen perder entre los matojos. No se riega y, cuando se estropea mucho, tan sólo una alfombra vieja sirve para alisar el terreno. El Club de Golf de Pozuelo es uno de los 17 campos rústicos de golf que hay en España.

Rafael Cañizares, uno entre el centenar de socios del Club de Golf de Pozuelo, aseguraba a El Mundo que «gracias a estos campos rústicos, los obreros podemos jugar, porque el golf requiere regularidad y sigue siendo muy caro». Para hacerse una idea de lo que supone pagar doce euros mensuales, hay que considerar que uno normal como el Club de Golf Somosaguas cobra una tarifa de 204 euros al mes. Claro que un club rústico no es lo mismo en calidad ni cantidad, pero es lo máximo que muchos pueden o quieren pagar.

Entrando en Pozuelo por la Carretera de Castilla, cerca de Ática, hay un parque arenoso y cubierto de matojos, juncos, zarzas, madrigueras… Ahí, desde 1994, tiene su sede el único club rústico de golf del municipio. Este secarral de nueve hoyos fue diseñado por Agustín García, socio fundador, en una labor de medición, señalización y allanamiento.

Los campos de golf rústicos se caracterizan por un terreno árido y por su carácter ecológico. Un campo de golf de 18 hoyos con césped tipo Bermuda, el más normal, consume unos 320.000 metros cúbicos de agua al año, aunque la normativa se endurece y se acerca a un menor derroche de agua. El ‘green’ del Club de Golf de Pozuelo, sin embargo, cuenta tan sólo con una manguera que refresca, de vez en cuando, las encinas que dan sombra a la caseta que hace las veces de bar.

Para muchos, son más los inconvenientes que las ventajas. Emma Villacieros criticó los campos rústicos hace poco, cuando todavía era presidenta de la Federación Española de Golf, confesando que había jugado en uno cercano a Cuenca y que la experiencia no había sido grata, pues «los palos se dañan y no están puestas las distancias». Pablo Lucas, presidente del club rústico de Pozuelo, sin embargo, critica que la Federación siempre les haya ayudado, tan sólo, «lo justito».


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