Tomás Gómez, colgado de la brocha
Celebrado el Congreso Socialista en Sevilla, es tiempo de hacer lecturas. Y aunque se podría hablar del vértigo, casi pánico, que le entró a los viejos socialistas cuando oyeron el mitinero discurso de Carmen Chacón o de cómo optaron por lo viejo conocido a la hora de votar y eligieron a Alfredo Pérez Rubalcaba para atravesar el desierto, a los ciudadanos de Madrid lo que nos interesa es analizar en qué posición quedó Tomás Gómez tras la derrota de la catalana.
Y la verdad es que el bueno de Tomás quedó mal. Es más, creo que, cuando se enteró del recuento final de votos, vio como alguien le quitaba la escalera en la que estaba subido y se quedaba colgado de la brocha.
Tomás Gómez, que es una calamidad en casi todos los sentidos, incluido, el liderazgo de los socialistas madrileños, se tiró a la piscina apoyando, claramente, a la que quiso ser Carmen de España sin darse cuenta que la piscina estaba vacía.
Pero ¿por qué Gómez arriesgó tanto en un Congreso que no estuvo claro desde el principio? No voy a censurar su forma de entender el socialismo en España. No soy quien. Pero ¿qué necesidad tenía de mostrarse tan explícitamente a favor de la Chacón? ¿Por qué se manifestó visiblemente partidario de un socialismo de preuniversitario? Me imagino que porque, con Rubalcaba en el poder, no tenía ninguna posibilidad de continuar su carrera política después de sus enfrentamientos en las primarias de Madrid. Se equivocó. Y en política esos errores se pagan. Sobre todo cuando se producen en el propio partido.
Ahora, como decía, Tomás Gómez le han dejado colgado de la brocha. Y su futuro político tiene fecha de caducidad. Caerá en cualquier momento, aunque los momentos en política tengan una cadencia distinta a la de la vida normal. En política no existe unidad de tiempo sino momento adecuado.
Si a esta absurda toma de posicionamiento se une la absurda oposición que está haciéndole a Esperanza Aguirre, me temo que estamos a tres telediarios de que se produzca una noche de Cuchillos Largos en el PSOE de Madrid.
Tomás Gómez ha resultado ser un bluf de la política. Es de esos políticos que viven en otro mundo. En la utopía. Políticos menores que sólo sirven para gastar. A lo loco. A tutiplén. Políticos de otra época.
Ahora, me cuentan, que está desorientado. Confundido. Se las prometía felices el sábado por la mañana porque, a su entender, estaba con los ganadores. Con los que iban a cambiar el partido. Incluso, a refundarlo. Gente nueva. Gente lanzada. Llena de topicazos como el discurso de la Chacón. Y no quiso darse cuenta que el PSOE tiene muchos años y muchas conchas. Más que un galápago. Y que no podía permitirse más locuras. Que con Zapatero ya habían tenido bastante y Carmen Chacón y los suyos eran más de lo mismo sólo que elevado a la enésima potencia.
Por cierto, roto el hechizo, a partir de ahora, Carmen ha vuelto a ser Carme.
Olivo Cortés
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