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Comer bocadillos en Madrid

 

Anda Ana Botella, la alcaldesa de Madrid, intentando unificar en una sola ordenanza todas las normas básicas de convivencia ciudadana que se producen en el espacio público de la capital.

La nueva normativa, que se prevé que se apruebe en el primer semestre del próximo año, pretende aglutinar las distintas ordenanzas existentes, dispersas, heterogéneas y, en ocasiones contradictorias que regulan determinadas actividades que se realizan en la calle con la finalidad de actualizarlas y homogeneizarlas, garantizando y respetando los derechos y deberes de todas los personas.


La ordenanza afectará, entre otras cuestiones al botellón, la mendicidad, las apuestas ilegales, la prostitución callejera, la venta ambulante de comida, bebida u otros artículos como los que ofrecen los «manteros» o los «lateros», al vandalismo, a la realización de necesidades fisiológicas en la vía pública y a los atentados contra la dignidad de las personas. También al exceso de decibelios derivados de la música o el ruido, las actitudes vandálicas a causa del mal uso o destrozo del mobiliario urbano y la degradación visual del entorno urbano como la suciedad.

En fin, algo que necesita la capital de España con urgencia porque la vigente ordenanza de Policía Urbana y Buen Gobierno de la Villa de Madrid data del 17 de julio de 1948, e incluye prohibiciones como la de 'criar gallinas, pavos y otros animales de corral dentro del recinto urbano de la población' y 'partir leña en las calles' o la exigencia a 'vendedores de helados y refrescos como los de churros y buñuelos de usar indumentaria muy limpia, exigiéndose delantal blanco y manguitos a las mujeres y chaqueta blanca para los hombres', porque la nueva ordenanza cívica es un instrumento esencial para fortalecer la seguridad, dotar a la administración local de una nueva herramienta que facilite la intervención de los distintos servicios municipales en el espacio público, al tiempo que da respuesta a los nuevos usos ciudadanos de la vía pública y cubre algunos vacíos, según refleja el documento municipal.

Pero entre todas estas bondades de la ley se ha filtrado una medida que ha causado una enorme preocupación entre los madrileños hasta el punto de provocar un cierto debate. Y esa media es la que prohibirá comer bocadillos en la calle. Por ahí parece que los madrileños no están dispuestos a pasar. Es inaudito que acepten una ley tremendamente prohibitiva y, sin embargo, se nieguen a dejar de comer bocadillos en la calle. Tanto es así que la alcaldesa del Ayuntamiento de Madrid se ha visto obligada a aclarar que la nueva norma de Convivencia que se está redactando no incluirá una prohibición de comer bocadillos por la calle.

Pareciera que comer un bocadillo en la calle para los madrileños fuese un derecho fundamental y yo, al menos, no lo entiendo. Entre otras cosas porque, aunque un bocadillo de calamares siga siendo algo muy típico de Madrid, tampoco es para tanto porque ya se ha reducido a algo casi turístico... No tiene sentido.


Antonio L. Rodríguez

*Este diario no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores ni de las de las cartas al director.

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