La ducha escocesa
La verdad es que no sé muy bien que hace un chico como yo, y perdonen por lo de chico, escribiendo al lado de unos periodistas como Jacobo de María o el Capitán Possuelo. Lo digo, más que nada, por la costumbre tan arraigada en el lector de comparar. Reconozco mis limitaciones y doy por perdida la batalla. Es de reconocer que ellos tienen más oficio en esto de escribir y de contar. Y además, se pueden permitir abordar los asuntos de la vida política municipal con más gracejo y, si me lo permiten, con un poco de mala uva. Confieso que les admiro por lo primero y les envidio por lo segundo.
Hay pintores que para reflejar tanto el paisaje como el paisanaje, utilizan una técnica casi fotográfica. Otros, como es el caso de los compañeros antes aludidos, prefieren emplear la técnica impresionista, el brochazo rápido, ágil y preciso. Casi bordeando la caricatura. Si comparamos las dos, a estas alturas de la película, tengo serias dudas acerca de si se refleja más la realidad aplicando una u otra.
En democracia, la política tiene una buena parte de actuación teatral. Y los políticos corremos el grave riesgo de meternos demasiado en el personaje. De dejar de ser nosotros mismos y de creernos ser sólo aquello que representamos. Por eso, un chorro de agua fría de realidad, al final de la ducha, nunca viene mal. Tal vez porque es la única forma de reaccionar. De poder tomar la suficiente distancia con lo que hacemos o representamos y llegar a ser un poco más críticos con nosotros mismos. Y quizás, de empezar a no tomarnos demasiado en serio.
Hay pintores que para reflejar tanto el paisaje como el paisanaje, utilizan una técnica casi fotográfica. Otros, como es el caso de los compañeros antes aludidos, prefieren emplear la técnica impresionista, el brochazo rápido, ágil y preciso. Casi bordeando la caricatura. Si comparamos las dos, a estas alturas de la película, tengo serias dudas acerca de si se refleja más la realidad aplicando una u otra.
En democracia, la política tiene una buena parte de actuación teatral. Y los políticos corremos el grave riesgo de meternos demasiado en el personaje. De dejar de ser nosotros mismos y de creernos ser sólo aquello que representamos. Por eso, un chorro de agua fría de realidad, al final de la ducha, nunca viene mal. Tal vez porque es la única forma de reaccionar. De poder tomar la suficiente distancia con lo que hacemos o representamos y llegar a ser un poco más críticos con nosotros mismos. Y quizás, de empezar a no tomarnos demasiado en serio.
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