¿La culpa es del botellón?
Pero no. Dos horas más tarde aquella chiquillería había desaparecido en su mayor parte para dar paso a jóvenes no mucho mayores, pero todos ellos con edad para ir a la cárcel. Normalidad absoluta. Mucho botellón, mucha bolsa de supermercado llena de güisqui y coca-cola, algún que otro coche con el maletero levantando y la música a todo tren, pero nada más.
Aquello ofrecía un espectáculo distinto al que pude ver en Pozuelo la noche de la ya famosa batalla. La madrugada de Pozuelo prometía. Niños de 13 años, borrachos perdidos, muy perjudicados, hacían gala de una falta de educación y pudor realmente llamativos. Lo del pudor lo digo por las escenas sexuales más o menos explícitas que protagonizaban algunos de esos mocosos en plena calle. Sí, no soy un puritano, pero es que hasta los gemidos se oían paseando por la acera. Claro, con ese caldo de cultivo, jugando a ser mayores, pero sin un dedo de frente, cuando poco etílico cabía ya en el estómago de algunos, se armó lo que todos conocemos.
Pero yo no pienso que ese haya sido el único problema. En aras de la brevedad, sin pararme en consideraciones sociológicas que estos días están haciendo correr ríos de tinta, voy a enumerar lo que considero como principales causas de lo que algunos ya han bautizado como la pijo-borroka:
- Niños totalmente borrachos campando a sus anchas, a quienes la policía no pidió la documentación ni los padres pusieron hora de llegada.
- Falta de un recinto definido para que, a modo de ghetto y en un redil cual borregos, pudieran beber hasta perder el conocimiento.
- Un fin de semana de fiestas en Pozuelo que no coinciden con celebraciones en ningún otro municipio cercano.
- Una muchedumbre venida de muchas localidades cercanas con ganas de montarla para resarcirse -entiéndase la ironía- del gran esfuerzo que suponía para muchos de ellos la realización de los exámenes de septiembre.
- La falta de previsión de la Delegación del Gobierno en Madrid que envío nada más y nada menos que ¡a 6 policías! para guardar el orden.
- Lo perdidas que andan las autoridades municipales después de los varapalos recibidos por la justicia que ha dado la razón a los vecinos agrupados en la Asociación Pozcavir que se quejan por el ruido. No saben dónde situar las fiestas.
- La macrodiscoteca en el centro de la ciudad, rodeada de casas bajas, con una música también muy baja, que cerró cuando los jóvenes ebullían de alcohol.
Nadie se atreve a aportar una solución. Tampoco los socialistas que, como siempre han aprovechado para sacar tajada. Critican ahora el botellón cuando siempre se han caracterizado por ser sus mayores defensores con el fin de coleguear con sus posibles votantes jóvenes.
Habrá que plantearse si lo mejor es prohibir el botellón o impedir que los menores beban, emplazar la macrodiscoteca en el centro o llevársela a las afueras, que el Camino de las Huertas sea un inmenso macro-botellón o tenerlo más controlado en un recinto ferial... . En fin, es momento de sacar conclusiones, con tiempo por delante. No vaya a ser que, de nuevo, nos vuelva a pillar el toro, querido Alcalde.
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