Un antes y un después de las fiestas
Las pasadas fiestas han hecho que el nombre de nuestra ciudad haya saltado a los informativos de televisión. Que se haya visto repetido hasta la saciedad en los titulares de los periódicos, en las notas de agencia, en los artículos de opinión. Desgraciadamente, nos hemos hecho famosos. Y por esa adquirida mala fama, debemos pedir disculpas a todos los vecinos. Y también debemos hacerlo, y muy especialmente, a aquellos que residen en las inmediaciones del recinto ferial y que sufrieron directamente las consecuencias del vandalismo. Debemos pedir disculpas a las peñas, que empeñadas en preservar unas fiestas tradicionales, han visto como se echaba por tierra todo su esfuerzo y su trabajo. Debemos pedir disculpas a quienes habían acudido a nuestra ciudad con la intención de divertirse sanamente y hubieron de soportar estoicamente los incidentes.
En las pasadas fiestas, los pozueleros nos hemos dado de bruces con un problema que excede sin duda los límites de nuestra ciudad, pero que nos ha tocado vivir en primera persona. Han corrido ríos de tinta intentando explicar sus posibles causas. Se ha hablado de fallos en la educación de los jóvenes. De falta de valores en una sociedad que ha confundido el ser con el tener. De carencia de autoridad y de respeto. De ausencia de fijación de límites en las conductas. De relativismo moral y ético. De que vivimos en una cultura consumista en la que prima el aquí y el ahora. De que infravaloramos el trabajo y el esfuerzo. Seguramente todo eso es cierto. Pero también es verdad que todos lo sabíamos, o lo intuíamos, desde hace tiempo. Y que no hemos sido capaces de reconocerlo. Y lo que es peor, que no hemos hecho nada para corregirlo a tiempo. Todos somos, por tanto, en cierta manera, responsables.
Decía Cervantes que «mal de quién la causa no se sabe, milagro es acertar la medicina». Ahora, que parece que empezamos a tener claro que por este camino no vamos a ninguna parte, y que el mal está ya muy extendido, me temo que la solución pasa por aplicar el bisturí. Ahora solo falta que alguien se decida a utilizarlo.
* Félix Alba Núñez es Secretario General del Partido Popular de Pozuelo de Alarcón
Comunicamos a nuestros lectores que, tanto el gobierno como la oposición municipal, han sido invitados a colaborar regularmente en esta sección.
En las pasadas fiestas, los pozueleros nos hemos dado de bruces con un problema que excede sin duda los límites de nuestra ciudad, pero que nos ha tocado vivir en primera persona. Han corrido ríos de tinta intentando explicar sus posibles causas. Se ha hablado de fallos en la educación de los jóvenes. De falta de valores en una sociedad que ha confundido el ser con el tener. De carencia de autoridad y de respeto. De ausencia de fijación de límites en las conductas. De relativismo moral y ético. De que vivimos en una cultura consumista en la que prima el aquí y el ahora. De que infravaloramos el trabajo y el esfuerzo. Seguramente todo eso es cierto. Pero también es verdad que todos lo sabíamos, o lo intuíamos, desde hace tiempo. Y que no hemos sido capaces de reconocerlo. Y lo que es peor, que no hemos hecho nada para corregirlo a tiempo. Todos somos, por tanto, en cierta manera, responsables.
Decía Cervantes que «mal de quién la causa no se sabe, milagro es acertar la medicina». Ahora, que parece que empezamos a tener claro que por este camino no vamos a ninguna parte, y que el mal está ya muy extendido, me temo que la solución pasa por aplicar el bisturí. Ahora solo falta que alguien se decida a utilizarlo.
* Félix Alba Núñez es Secretario General del Partido Popular de Pozuelo de Alarcón
Comunicamos a nuestros lectores que, tanto el gobierno como la oposición municipal, han sido invitados a colaborar regularmente en esta sección.
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