El Aguilucho
Dice Jacobo de María , a quien no tengo el gusto de conocer aunque ya me gustaría para proponerle que escribiésemos juntos una novela sobre las miserias de la política municipal de un pueblo como éste, que me estoy volviendo blandito, por no usar la palabra más castiza y mucho más rotunda que él utiliza. Y es posible que sea cierto.
Me estoy haciendo viejo, Jacobo, y ya hay cosas que perdono casi sin darme cuenta. La piedad dicen que es patrimonio de la buena gente y yo aspiro a serlo algún día. No quiero que me pase como a El Burlador de Tirso. Debido a ello, reconozco que se me ha ido vivo algún concejal. Sobre todo cuando, tras escribir el artículo, he averiguado que tenía algún muerto en el armario... Pero así es la vida. Los pichones también tienen derecho a volar si escapan a los disparos. Y es que, aunque no lo parezca, el Ayuntamiento de Pozuelo está lleno de gavilanes y palomas. ¿Te acuerdas, Jacobo? Era una canción de Pablo Abraira pero que el gran José María García usó para dividir a los árbitros entre caseros y anticaseros. Y te he de confesar que, a mí, los concejales palomas me producen ternura. Soy así. Aunque debo reconocer que nunca me resulta fácil distinguir a unos de otros. A veces sonríen y me cuesta trabajo ver si su sonrisa es de hiena, y a veces lloran y me cuesta trabajo averiguar si son lágrimas de cocodrilo.
Para el retrato de hoy, por ejemplo, como no quiero guerras, había elegido a un concejal paloma. Lo había elegido por su edad. Es tierno como un yogur de leche asturiana pero ha resultado ser un gavilán pío, pío, gavilán pao, pao. Te hablo del Sexto Teniente de Alcalde (¿de verdad Pozuelo necesita tantos?) y Portavoz del Grupo Municipal Popular, al tiempo que titular del Área de Gobierno y Gestión de Tecnologías para la Información y Comunicación con el Ciudadano, Juventud, Mujer y Participación y, para que ya no quepa en su tarjeta de visita, Concejal de Tecnologías para la Información y Comunicación con el Ciudadano y Mujer. Mucho arroz, pensé, para tan poco pichón como parece, a simple vista, un joven de 25 años. Creo que con 25 años no se puede ser tantas cosas. Y, menos, todas a la vez. Tiene que ser paloma. Y eso fue lo que me confundió. Porque, analizado de cerca, ha resultado ser un gavilán de tomo y lomo. Uno de esos políticos de raza. Posiblemente, el más político de todos los que componen el Consistorio. Te hablo de Pablo Rivas.
Pablo Rivas es un prospecto que promete, como dicen los portorriqueños de los boxeadores que apuntan maneras de campeones del mundo. Me cuentan que es uno de los concejales más cercanos al alcalde Aguado y que el alcalde Aguado tiene muy en cuenta su opinión. Me dicen que tiene una capacidad de aprender casi infinita. Que escucha. Que rectifica. Que es de esos personajes que saben que la juventud es una enfermedad que se cura con los años y que por eso toma medidas paliativas para que no le afecte demasiado. Y me aseguran que sorprende permanentemente a sus adversarios tanto en el PP como en el PSOE. Pero también es cierto que me han dicho que ni olvida ni perdona. Que es ambicioso. Y que Pozuelo terminará quedándosele pequeño.
Si te digo la verdad, Jacobo, aunque me llames ‘blandiblú’, a Pablo Rivas es al único concejal que, hasta ahora, me interesaría conocer. Tal vez por ese desvarío mío de intentar ser lo que ahora llaman un coaching. Sobre todo porque estos muchachos que se montan tan pronto en el coche oficial, que viven de la Administración o del partido y que prometen políticamente tanto terminan siendo carne de aduladores y basta para comprobarlo con mirar a Valencia y ver a los Ricardo Costa, David Serra o Pedro García. Y eso no me gustaría que le pasase. Entre otras cosas, porque para mí, aún es un aguilucho.
OTRO SI DIGO: Por cierto, Jacobo, ¿no te seduce escribir una novela sobre un pueblorico-pueblopobre como Pozuelo. Rico por la renta per cápita de sus habitantes y pobre por la miseria de muchos de sus políticos. Un pueblo sin problemas pero en el que sus políticos menores se enzarzan en traiciones, donde la ambición de poder los corroe y, por qué no, donde el sexo se entremezcla con todo en una especie de «Sin tetas no hay paraíso» municipal...?
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