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El hombre del saco

 
Andaba yo el otro día con un amigo, que está en el paro por cierto, visitando el Zielo, ese espectáculo de cristales y latón que se acaba de inaugurar en Pozuelo con la intención de acoger a todo el pijoterío de este pueblo y que no tardará en convertirse en un Infierno para los inversores como no abran un par de cafeterías en las que sentarse a echar un ratito mientras uno se toma un café caliente, cuando le dije a mi amigo que yo tengo otro amigo en el Ayuntamiento de Pozuelo que es, a su vez, amigo de otro que trabaja en la Concejalía de Recursos Humanos y que, lo mismo, allí le podían echar una mano y contratarle o darle algunos consejos de por dónde pueden ir los tiros para encontrar trabajo en esta España de Zapatero.



Bien sabe Dios que lo dije inocentemente. Sin ninguna mala intención. Y puntualizo esto porque pareció que, a mi amigo, al hablarle de la concejalía de marras le estaba mentando a la bicha. Inmediatamente, me contestó que prefería seguir cobrando del paro a ponerse en manos de José Antonio Sáenz, que, al parecer, es el concejal de Recursos Humanos y de Régimen Interior.

Lógicamente, le pedí que me diese alguna razón de peso para que ni siquiera aceptase que mi amigo le pidiese a su amigo que intentara colocarle. Es el camino más rápido, le dije, de encontrar trabajo en España. Casi el único. Y, desde luego, es el que usa casi todo el mundo. Porque, como esperes que te lo busque el INEM, espéralo sentado.

Pero mientras defendía mis tesis sobre las posibilidades que tiene un ciudadano español de encontrar trabajo en esta España o lo que queda de ella, me di cuenta de que mi amigo había hablado de la Concejalía de Recursos Humanos y de Régimen Interior... ¿De Régimen Interior?, pregunté algo mosca. Afirmativo, me contestó. O sea, que al tal Sáenz no le basta con ser concejal de Recursos Humanos sino que tiene que ser, además, de Régimen Interior... Curioso. Porque, que yo sepa, los recursos humanos de una empresa, aquí y en la Conchinchina, llevan consigo implícito el régimen interior de esa empresa. ¿A qué se debe, entonces, semejante redundancia? ¿Se debe, acaso, a que el Ayuntamiento de Pozuelo tiene un Régimen Interior especial, tipo cárcel de Alcatraz, y quiere recalcarlo en su nomenclatura? ¿O, tal vez, se debe a que al concejal Sáenz le gusta el pleonasmo para meter miedo a todo el mundo?

No lo sé. Entre otras cosas porque nunca entenderé a este Ayuntamiento y a los rimbombantes nombres de sus concejalías. Parece como si a los concejales, en lugar de trabajar, les gustase aparentar. Lo que sí sé, y lo sé porque me lo dijo mi amigo, es que el tal Sáenz tiene fama de desayunar sapos, de tomarse un par de culebras a media mañana, de comerse a algún concejal poco hecho a mediodía y de convertirse por la noche, después de cenar, en el hombre del saco. Por esto último parece que es por lo que a mi amigo no le gusta este concejal. Ni aunque le diera trabajo.

Según mi amigo, el concejal de Recursos Humanos y Régimen Interior es un tipo algo siniestro y un tanto navajero, dicho sea ambas cosas sin ánimo de ofender y siempre políticamente hablando. Pero todo tiene su explicación. Y es que José Antonio Sáenz es un profesional de la política. Y para ser algo así, no puede uno andar cediendo asientos en el tren del poder por muy ancianos que sean los compañeros de viaje o que alguna concejala esté a punto de dar a luz. La política es la política. Por algo él es concejal casi desde la eternidad. Incluso, ya lo era en el pleistoceno, cuando Martín Crespo. Es más, dicen las lenguas de doble filo que no tiene amigos ni compañeros de partido ni colegas de Consistorio. Dicen que él sólo tiene rivales y adversarios a los que batir en su carrera hacia lo más alto.

¿Lo más alto?, le pregunté a mi amigo.
Lo más alto, Capi.

Menos mal, pensé mientras señalaba una cafetería en la que poder tomarnos el ansiado café en medio de la Avenida de Europa, que a este Sáenz se le ve venir para poder combatirlo. Peor sería que, encima, fuese ladino. Como otros/as.

OTROSI DIGO: La piedad sólo es patrimonio de los grandes hombres. Lo digo por Jacobo y la concejala. Aunque lo suyo también ha podido deberse a que entre el odio y el amor únicamente hay una delgada línea invisible y ellos la han saltado sin darse cuenta. El otoño es peligrosísimo.


Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.


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