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Zapatero en la orquesta del Titanic

 
No pesan los años. Pesan los daños. Con 90 años, Indro Montanelli, uno de los más grandes periodistas de la historia, escribía unos artículos cojonudos.


Fue el que dijo aquello tan célebre sobre el deterioro de la política italiana: «El burdel es nuestra única institución donde la competencia es premiada y el mérito reconocido». Creo que aquí vamos en esa dirección. Empezábamos a conseguir que se dejase de juzgar por razones de sexo o raza. Pero ahora se juzga por la edad. La polémica sobre el nombramiento de Alberto Oliart como presidente de RTVE se ha montado no sobre la idoneidad del personaje, al que casi todos reconocen su independencia, sino sobre su edad. Voy contracorriente. A mí, sus 81 años me importan exactamente una higa. Ni siquiera me interesa su inexperiencia en asuntos audiovisuales. Si es inteligente, y tiene sus facultades mentales a pleno rendimiento, es lo de menos. A mí me preocupa lo que todo el mundo está elogiando. Su supuesta independencia.

Hay que retroceder al Fichero de Altos Cargos de la época de UCD para conocer la biografía de Oliart. Pero aquí lo esencial ahora es saber lo que ha hecho últimamente. Es decir, sus últimas apariciones públicas. Que curiosamente han sido en el Grupo Prisa, donde colaboraba como tertuliano en la Cadena SER y como autor de esporádicas columnas en El País. Y en Prisa, ya sabemos todos de qué manera hay que opinar. Su independencia está pues en entredicho. Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría se podrán dejar engañar. Pero yo no estoy por la labor. Y no me creeré nunca la imparcialidad y la pluralidad de RTVE hasta que no vuelva José Luis Balbín con La Clave. Esa es la prueba del nueve. Todo lo demás es literatura para membrillos.

Cuando el dedo señala la luna, el tonto mira al dedo. Yo no miro a Oliart. Miro a Miguel Ángel Sacaluga. Durante años ejerció un férreo control en los telediarios. Fue el comisario político del PSOE en TVE y ahora es miembro del Consejo de Administración. Todo apunta a que Oliart saldrá en las fotos y este pájaro se ocupará del negocio. Estén atentos a la pantalla. Vienen tiempos difíciles para Zapatero. Más aún. Incluso sus forofos ya han descubierto hasta dónde puede llegar su incompetencia. Muy lejos. De momento hasta el Océano Índico. La gestión del ‘Alakrana’ es un completo desatino de principio a fin. Imposible más improvisación e inepcia. Hay una gran diferencia entre conocer el camino y recorrer el camino. Este gobierno ni siquiera conoce el camino.

Estamos ante un gobierno que naufraga. Pero Zapatero no es el capitán del barco. Sólo es el director de una orquesta que sigue tocando sus instrumentos para distraernos mientras el barco se hunde. Como la Orquesta del Titanic, la Wallace Hartley Band. Sus integrantes seguían interpretando impertérritos su repertorio mientras el más moderno trasatlántico de todos los tiempos se hundía en las frías aguas del Atlántico Norte. El presidente del Gobierno va a necesitar los telediarios más que nunca para seguir haciendo demagogia. Adornada con bonitas sonrisas vacías. Aunque yo cuando veo a Zapatero en televisión me tranquilizo. No se precipiten. Más despacio. No me he vuelto loco. En los telediarios Zapatero se esfuerza. Da lo mejor de sí mismo. Se supone que se lo prepara. Y preparan. Lo peor no es cuando sale en el telediario. Lo peor es lo que ocurre fuera de las imágenes. Lo que no se ve.

jacobodemaria2@gmail.com


* Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica. 

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