Día de huelga
En este país socialista se ha venido gestando una enorme expectación con la amenaza de movilización sindical contra la crisis. Pareciera que los parásitos del sindicato de clase iban a hacer algo por mejorar la situación económica de los españoles. Es imposible que lo hagan porque en ningún sitio consta que sepan qué es lo que hay que hacer, aparte de detentar el monopolio de reivindicar un mundo sin problemas; sería imperdonable que si lo supieran no lo hubieran hecho antes. Quizá sólo consideran que ahora el gobierno está lo suficientemente débil como para poder arrancarle algún privilegio sindical más a costa del sufrido trabajo de los españoles.
Es difícil que, sin estar fuertemente drogado, alguien piense que saliendo a la calle o haciendo huelgas salvajes se va a mejorar el producto interior bruto por la simple bestialidad de los agentes sindicales. Es claro que la principal repercusión de la huelga es mediática y los medios de comunicación privilegiados están en manos del poder. Consiguen que mucha gente vea en la huelga una simple fiesta decretada por unos tipos que llevan décadas de vacaciones laborales. Contra el gobierno que se las respalda.
Pero esa capacidad de aprovechamiento del folclore socialista por el mecanismo de extorsión destructivo y parasitario creo que no debería tener el estatus constitucional y legal que se niega a otros grupos humanos más honestos y productivos en un país donde supuestamente deberían ser todos iguales. Una separación entre la mafia sindical y el estado para que los desacuerdos entre socialistas y sindicalistas no perjudiquen más la economía de los españoles sería deseable.
Juan Antonio Martínez
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