Ampliación del aborto
Hace unos días entraba en vigor la ley que amplia el aborto emboscado en la salud reproductiva. La manipulación gubernativa es bochornosa pero tiene la ventaja de mostrar el nivel intelectual del sustrato electoral del socialismo y la perversidad de su casta dirigente.
Nunca he considerado que los socialistas cometan un asesinato ni un delito al abortar. Para ello sería necesario tener un temperamento conformado moralmente, con conciencia personal y ellos sólo tienen conciencia de clase. No pueden reconocer que matan a un ser humano antes de nacer por la alucinación de estar ejerciendo un derecho que produce en sus mentes la narcótica ideología que infunde el protervo poder; transforma lo que todos fuimos un tiempo en un músculo, un tumor, un grano, etc. que puede ser operado. Ante ellos la víctima está igual de indefensa que si la matara un perro porque su remordimiento es imposible y carece de sentido invocar justicia frente a él; tiene derecho a todo lo que hace sin molestar al amo.
Por el contrario, sólo las personas que abortan pueden considerarse a sí mismas criminales e hipócritas al ser capaces de ser conscientes de lo que están haciendo y de que deben asumirlo responsablemente. La víctima, u otros por él, podría reclamar justicia frente a ellas y ellas redimir su culpa.
El problema está en que la ley socialista se impone coactivamente, como una prestación pública (un interés del acaparador monopolio mafioso y terrorista que es el socialismo), e intimida a colaborar con esa maquinaria mortífera a demasiadas personas: profesionales sanitarios, funcionarios, gobiernos autonómicos, municipales, educadores, etc. Se les obliga a elegir entre potrear su conciencia, abdicando de ser personas al participar del régimen genocida sin posibilidad de escabullirse o irse de la vida pública y ser marginados de la existencia social. A esto va dirigida básicamente la ley, a expulsar del sistema público a las personas con conciencia, para dejar el aparato del estado despejado en manos de animales sin escrúpulos, sanguinarios, serviles y déspotas.
No sé si esto es la democracia, pero tiene todos los rasgos de una tiranía atroz que no exime de colaborar con el crimen públicamente organizado a las dignas personas sino que las involucra en él para que no puedan denunciar la opresión bajo la amenaza de la expulsión del sistema y de la vida pública cuyo control detenta esa minúscula caterva de animales sanguinarios que legisla en provecho de unos tenebrosos intereses. Sólo cabe pensar en el modo de evitar la dictadura pero me temo que sólo caerá cuando se pudra por su cuenta.
Juan Antonio Martínez
Escribir un comentario