Balance de la huelga
Quiero disculparme ante mis queridos lectores por lo que he tardado en volver a escribir sobre la huelga general del pasado septiembre que, con tanta ilusión, preparábamos desde las bases de los sindicatos de clase, pese a que estábamos trabajando en ella menos gente de la que salía en las televisiones haciendo como si luchara, dando la impresión de que los propios capitalistas de las televisiones estaban más interesados en la huelga que los trabajadores.
El resultado me ha hecho reflexionar y me siento algo defraudada. Yo no pude hacer huelga en mi empresa, debido no sólo a que –como la mayoría- soy becaria sin derechos laborales sino también a que, en ella, nadie movió un dedo por los intereses de la clase obrera, presionados por un disimulado pánico al despido y a la marginación por parte de la dirección que tanto ha protegido a la elite del socialismo en los últimos treinta años y, a la par, tanto se ha beneficiado de los gobiernos y la oposición socialista.
Sería lamentable que en muchas organizaciones de izquierdas y empresas dominadas por el colectivo gay (como las que han acudido a la Expogay celebrada en Torremolinos ofreciendo, con amplio apoyo del aparato mediático oficial, todo tipo de lujos en exclusiva para el colectivo gay), haya predominado el mismo temor, el trinque en los organismos oficiales o la ganga de la meretriz frente a la defensa de los intereses legítimos de los trabajadores, la cobardía del sostenido/a en la función pública en vez de la solidaridad con los parados; que nuestros líderes hayan preferido las prebendas del sistema a cortar la gangrena del obrero.
Da la impresión que el derroche es sólo cosa de gais y que, en este país socialista donde ya empieza a parecer el hambre, sólo los gais derrochan, da la impresión de que la plusvalía ya no va a los empresarios capitalistas burgueses sino a estos nuevos “señoritos”, a sus drogas y a sus lujos, que el color de sangre minera, que según Atahualpa Yupanqui, tenía el oro del patrón lo tiene ahora la lentejuela del gay. Es frustrante ver los cinco millones de parados y trabajadores explotados ser utilizados como simple pretexto por una nueva lacra de señorito/as sin prejuicios sexuales simplemente para mantener su estatus democrático, su modo de vida disoluto e irresponsable, sus diferentes formas de droga, sin importarles el rastrero servilismo para mantener su consumo.
A este paso los pocos trabajadores que van quedando ya en la base de las amplias organizaciones de izquierdas y gais un día nos van a retirar su apoyo; y no creo que haga falta llegar a que todo sea homosexualidad con la completa igualdad de género, basta que haya una reducción crítica de la base productiva para que el socialismo no pueda mantenerse en el poder por mucho tiempo, simplemente con el apoyo del guirigay televisivo de los gais. Tendríamos que proteger más al obrero de verdad, pero no lo veo por ningún parte y eso me desanima.
Jennifer García
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