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Esperanza, Ana y Cristina

 


Resulta sorprendente que sean tres mujeres las que manden en Madrid. Y, curiosamente, que las tres sean del PP.

Hace poco dije, en esta misma columna, que con el nombramiento de Ana Botella como alcaldesa de Madrid, se hacía realidad la vieja jota de la zarzuela “Gigantes y Cabezudos”, del maestro Manuel Fernández Caballero, que decía: "Si las mujeres mandasen/ en vez de mandar los hombres/ serían balsas de aceite/ los pueblos y las naciones". Me refería, entonces, a Esperanza Aguirre, como Presidenta de la Comunidad de Madrid y a la propia Ana Botella como alcaldesa. Me equivoqué. Mejor, me quedé corto. Días después nombraron a Cristina Cifuentes como delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid. Y, con su nombramiento, aparecía una tercera mujer en un nuevo aspecto de responsabilidad. Y con ella ya eran tres las mujeres que mandaban en Madrid.

Debo reconocer que, mientras Esperanza y Ana son dos mujeres que levantan pasiones a favor y en contra, como también señalé en aquel artículo, el caso de Cristina es excepcional porque sólo ha recibido alabanzas. He buscado por todas partes y sólo he encontrado halagos a su figura política. Consenso puro.

Sin duda, estas tres mujeres, cada una con sus virtudes y sus defectos, ayudarán a dar una imagen positiva de Madrid. Porque, curiosamente, ninguna de las tres ocupa, además, el cargo desde la igualdad por decreto que Zapatero quiso imponer con aquellas degradantes cuotas para la mujer y que resultó ser uno de sus grandes fracasos. Las decepciones de sus ministras cupos fueron uno de sus más significativos ejemplos. Pero ¿cuáles son los puntos fuertes y cuáles los puntos débiles de estas tres mujeres que ahora mandan en Madrid?

Para los expertos en comunicación la gran virtud de Esperanza Aguirre es su capacidad de liderazgo y su gran experiencia política; la de Ana Botella es su imagen de madre de familia, una figura que ha tomado mucha importancia durante la crisis porque es la gran administradora de la casa y la gran virtud de Cristina Cifuentes, dicen los que la conocen, es su gran capacidad de diálogo y de consenso. Algo, absolutamente, necesario para la responsabilidad que ha de ejercer.

En cuanto a sus defectos, esos mismos expertos señalan que Aguirre debería recuperar la cercanía con el pueblo, algo que ha perdido, posiblemente, como consecuencia del desgaste político de gobernar y por esa imagen, creada por sus adversarios políticos, de mujer de hierro. Botella debería adquirir personalidad propia ya que se la conoce, principalmente, como la mujer de Aznar, algo que le ha ayudado a llegar pero que le puede perjudicar seriamente a partir de ahora. Y Cifuentes, aún con todo el crédito del mundo, debería cuidar su coherencia porque su responsabilidad es un campo minado.

Especialmente, en lo referente al orden público ya que Madrid es el gran Manifestódromo de España y la izquierda española siempre se ha creído dueña de la calle y va a ejercer durante toda la legislatura ese supuesto derecho.

Por lo demás, y como ya dije en el otro artículo para las dos administraciones, sólo espero que, ahora, las tres administraciones se complemente y no solapen funciones más por ansia de notoriedad individual que por otra cosa. No están los tiempos para ello.

Olivo Cortés

*Este diario no se hace responsable de las opiniones vertidas por sus colaboradores

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