Ana Botella, perdida
He defendido a Ana Botella como alcaldesa de Madrid. Se fue Albero Ruíz Gallardón y le tocaba serlo. Eso era lo previsto en la ley aunque no se hubiese presentado como tal en las elecciones. La señora Botella era la número dos en la lista del PP y, además, el Grupo Popular en el Ayuntamiento la propuso y fue votada, mayoritariamente, en el Pleno.
Y debo decir que, al principio, parecía que al Consistorio madrileño había llegado un soplo de aire fresco. Que estábamos en la Nueva Frontera. En una nueva manera de gobernar porque Ana no era exactamente una política profesional. Pero no era cierto. En cuanto le vinieron los problemas importantes no estuvo a la altura que se esperaba. O, al menos, a la altura que yo esperaba.
No estuvo a la altura de lo que se esperaba de ella en los sucesos de Madrid Arena y no voy a recordar aquí sus idas venidas porque son de todos conocidos.
No estuvo a la altura de su responsabilidad cuando tuvo que hacer un informe sobre lo sucedido. Ni siquiera cuando dimitió su teniente de alcalde. Tuvo que cesarlo antes de ser imputado. Ella tenía que haber sabido que Pedro Calvo podría ser imputado y tendría que haber obrado en consecuencia. Y mucho menos, cuando trató de culpar a la Comunidad Autónoma.
Sin duda la señora Botella no estuvo a la altura de sus responsabilidades. Ser alcaldesa de Madrid es algo más que un deseo de serlo y ella anduvo como perdida en todo lo relacionado, políticamente, con el suceso.
Después vino la propuesta de una Comisión de Investigación en el Ayuntamiento para saber, políticamente, qué pasó en aquellos días aciagos. Y, aunque al principio la alcaldesa permitió que se crease, hecho que me pareció valiente por su parte, después se negó a ir cuando fue convocada y eso me pareció cobarde. No pasa nada por asistir a una comisión de investigación. Entre otras cosas, porque en España esas comisiones no sirven para nada. Y menos cuando se tiene la mayoría en ella y a las pruebas de lo ocurrido en el parlamento andaluz con la Comisión de Investigación de los EREs.
El problema ahora es que ha quedado peor de lo que hubiera quedado yendo a la comisión a contestar, políticamente, sobre el suceso.
¿Le ha faltado talla política? No lo sé. Quiero creer que no. Pero los hechos me desmienten, tozudamente, una y otra vez.
Sigue tan perdida que, en su confuso proceder, que por poco se carga el tradicional Rastrillo Nuevo Futuro. Al parecer, tras lo sucedido en el Madrid Arena, ocurrido el 1 de noviembre, el Ayuntamiento elaboró un informe, llamado 'Informe 0 del estado de situación de los espacios, instalaciones y equipamientos del edificio de La Pipa', lugar donde se iba a celebrar el Rastrillo Nuevo Mundo que preside la infanta Pilar de Borbón y el edificio presentaba algunas deficiencias en seguridad y no se podía celebrar dicho Rastrillo.
Lo paradójico del caso es que los problemas que no se pudieron subsanar en 20 días, se subsanaron en una noche. ¿Qué pasó? No se sabe pero lo cierto es que la señora Botella no autorizó el acontecimiento y, unas horas después, sí lo autorizó.
Al final se pudo inaugurar pero de nuevo el Ayuntamiento que preside doña Ana no estuvo a la altura.
En fin, que me temo que la alcaldesa de Madrid no será candidata a las nuevas elecciones. Y eso que faltan dos años y medio para que se celebren. Ana Botella ya tiene lo que quiso. Ya está en la historia aunque no haya estado a su altura.
Por supuesto, de la entrevista de Telva no voy a hablar ya que ahí le volvió a faltar tacto político también y ya no hay necesidad.
Antonio L. Rodríguez
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