A propósito del Pleno
Vuelvo a abandonar la Galería de concejales a propósito del último Pleno del Ayuntamiento y de la crónica que escribí la semana pasada sobre lo que sucedió en él.
Y lo hago porque, aparte de los comentarios (publicados y no publicados por impresentables), me han llegado infinidad de mensajes (unos directos y otros indirectos) que merecen una serie de consideraciones por mi parte.
Empezaré diciendo, en cualquier caso, que si alguien se sintió ofendido, lo lamento. Pero si la cosa sólo fue que les picó, que se rasquen.
Dicho esto, la primera consideración está relacionada con la base del problema. Porque lo que yo escribí, sin ánimo de dar lecciones a nadie, fue una crónica. Simplemente, una crónica parlamentaria. Al estilo tradicional de los cronistas parlamentarios que ha tenido España, que han sido muchos y muy buenos. Y hablo de gente como Mariano José de Larra, Benito Pérez Galdón, Azorín, Wenceslao Fernández Flores y tantos y tantos cronistas parlamentarios que son fundamentales para el periodismo y para la literatura española. Eso sin contar con Julio Camba, Josefina Carabias, Pilar Narvión o el propio Luis Carandell, con quien tuve la suerte de trabajar, y que ahora da nombre al Premio que recompensa la labor de los cronistas parlamentarios en Las Cortes.
Lejos de mí, por supuesto, intentar compararme con ellos. Sería cosa de soberbio y, créanme, no lo soy en absoluto. En mi crónica, sólo intentaba imitar su estilo. Y digo esto por las críticas que he recibido acusándome de no entrar en el fondo de los asuntos tratados en el Pleno. No era el objeto.
Es posible que, quienes me hayan hecho esa crítica, no distingan una crónica de una información o de un análisis. No es su culpa. No tienen por qué saberlo pero es bueno que yo lo recuerde. Yo sólo conté lo que vi porque ese es el objeto de la crónica. El contenido del Pleno se da en una sección del periódico y el análisis político en otra bien distinta. Lo mío era contar lo que pasó. Simplemente. Y eso fue lo que hice. Ah, y los que me acusan de ser el Hola, creo que me hacen un gran favor, que agradezco, al compararme con un redactor de una de las mejores y más prestigiosas publicaciones del mundo.
Resuelto este asunto, paso a explicar lo que significa realmente ser representante de los ciudadanos en cualquier foro, aunque ese foro sea pequeño como el Pleno del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón. Y lo voy a hacer porque creo que muchos políticos lo han olvidado o están en vías de hacerlo.
Me ha llamado la atención que algunos concejales pozueleros me hayan hecho llegar que la descripción que hice sobre su proceder fue algo personal y, como tal, que no entra en su sueldo. Error. Error por lo que supone de desviación del concepto 'representante de los ciudadanos'. Y error por ser un extravío penoso y, por supuesto, empobrecido. Tan penoso y empobrecido que, posiblemente, sea uno de los causantes del hundimiento popular de la clase política en España. Gracias a ese desatino, los españoles ven en los políticos a un asalariado más y eso les lleva a perderles el respeto. Esa forma de pensar, basada en el salario, es normal en un trabajador de banca o del propio ayuntamiento, por poner dos ejemplos, pero no para un representante de los ciudadanos. Salvo que, en Pozuelo, sea distinto, claro. Pero no creo.
Un representante de los ciudadanos aquí, y entre Córdoba y Maipú, es representante de los ciudadanos las 24 horas del día. No es un trabajador normal que trabaja sus siete u ocho horas y se va a su casa. No. Porque daría la impresión de que está en política por dinero. Y que yo recuerde, en política se está por vocación de servicio público.
Por supuesto que hay que respetar sus temas personales y su privacidad pero, ojito-ojito, porque a un senador socialista, no hace mucho, le pillaron a las tres de la madrugada en una casa de lenocinio y se le cayó el pelo y eso que el tema era privado y, en teoría, estaba fuera de su horario de trabajo.
En cualquier caso, ni de temas personales ni de privacidad estamos hablando porque, en democracia, no hay nada más público que el Pleno de una cámara. Y de lo que allí se produjo fue de lo que hablé en el artículo de marras.
Y si el comportamiento de un concejal no es respetuoso con ese santa sanctórum de la democracia hay que decirlo como lo dije de dos niñatos traviesos. Y si otro concejal se duerme hay que decirlo también. Y no me cuenten que tenía problemas de salud porque, si estaba enfermo, aquél no era su sitio. Pero no se puede consentir, de ninguna manera, el espectáculo que dio. ¿O ya no recuerda nadie el show del ministro José Blanco, dormido en el banco azul, que casi abrió los telediarios hace poco más de dos años?
Y lo mismo para con el concejal que jugaba con el móvil. ¿O no recuerda nadie tampoco el bochorno que se produjo en un pleno de la Asamblea de Madrid porque dos diputados populares estaban jugando a no sé qué y un cronista parlamentario los pilló?
Y si una concejala está embarazada, enhorabuena. Pero eso no es escusa para llegar tarde. Estar embarazada no es una enfermedad. Hay millones de mujeres que van a trabajar embarazadas y no pueden llegar tarde. Y, si estaba enferma de verdad, aquél no era tampoco el lugar para estar.
Y si hay quien se molesta porque diga que aquel día tenía ojeras, que se relaje. Porque no creo que sea un insulto. Y si las ojeras se debían a problemas de salud, pues lo mismo... a casa a curarse.
No se acaba el mundo porque no se asista a un Pleno. Y menos, a un Pleno del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón donde está permitido que sólo voten los portavoces. Supongo que dentro de la legalidad porque, de lo contrario, sería para hacérselo mirar.
De todas maneras, reitero mis disculpas a quien se sintiese ofendido. No era mi intención aunque no creo que fuese para tanto. Más parece cosa de intocables.
En cualquier caso, y para que no haya dudas, volveré al próximo Pleno para seguir escribiendo su crónica. No es una amenaza. Me lo tomo como obligación.
Capitán Possuelo *Este diario no se hace responsable de las opiniones vertidas por sus colaboradores
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