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Calzoncillos

 
Esta semana volví al Ayuntamiento, que es para lo que me han contratado. Aunque no se nota porque suelo dispersarme por otras praderías. Como me gusta el anonimato, me quité el sombrero y la zamarra. Hago como Martirio, que cuando va al súper a hacer la compra se quita las gafas de sol para no ser reconocida. El caso es que piqué el anzuelo y allí me fui de buena fe. En mal momento. Los buenos actos siempre se acaban pagando. Se celebraba el primer debate sobre el estado del municipio, algo que suena muy aparatoso y recuerda al debate sobre el estado de la nación que cada año enfrenta a Rajoy y Zapatero en el Congreso. Aquí debatían Gonzalo Aguado y Eva Izquierdo. En teoría. En la práctica, fue una sucesión de monólogos, con absoluta ausencia de debate real. Un ladrillo. Una pena. Porque el alcalde se llevaba bien preparados los deberes, y a la portavoz del PSOE, que esta vez prefirió el florete a la espada, le sobraba munición.



Dos horas perdidas. La próxima vez que me envíen la nota de prensa a casa. Cuando sólo se lee, aunque sea bien, se elimina la capacidad para el ingenio. Ahora que estamos en tiempos de playa no vendría mal un poco más de humor y sutileza. En los años 30, en las Cortes republicanas, a José María Gil-Robles un diputado le acusó de llevar calzoncillos de seda y el de la CEDA contestó: «No sabía que su señora fuera tan indiscreta». Cuesta huir de la pereza intelectual. No abdicar del raciocinio exige esforzarse un poco. Y memeces continuas como las de Leire Pajín no ayudan. De los acontecimientos planetarios hemos pasado al sexo del PIB. Ahora, cuando oigo hablar del Producto Interior Bruto pienso en el cerebro de Pajín. Sé que la asociación de ideas es muy simple. Pero no me gustaría ser injusto. Tal vez su función consista precisamente en decir tonterías. Y eso lo borda.

Volviendo al pleno municipal de Pozuelo, al final todo se redujo a plantear una serie de medidas de ahorro para hacer frente a la crisis económica. Siempre están bien. Pero son más ejemplares cuando se practican en primera persona. La reducción de salarios del 2 % no surge a iniciativa propia, sino que es impuesta por Esperanza Aguirre. De unos concejales que cobran tanto como ministros podía esperarse algún gesto más que despedir a algunos de sus asesores o suprimir el pago del parking a determinado personal del Ayuntamiento. El ahorro que lo sufran otros. Ya nos dijo Chesterton que la caridad bien entendida empieza por uno mismo y termina por donde empieza. Supongo que Gonzalo Aguado habrá reunido a sus muchachos y les habrá soltado la arenga: «Soldados, tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que, por fin, nos cambiamos de calzoncillos. La mala es que será entre nosotros». Buenos días.


jacobodemaria2@gmail.com

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