Bad girl Yolanda
Decíamos ayer que a los chicos malos nos apasionan las chicas malas. Esas que son capaces, como Mae West, de decirte sin pestañear, cuando te acercas más de lo reglamentario: «¿Te alegras mucho de verme o es que llevas una pistola en el bolsillo?». Yo no soy un santo y me ofendo si me llaman caballero. Así que a mí me gusta Yolanda Estrada. Vaya eso por delante. No querría que hubiera equívocos. Del mismo modo que todos los caminos llevan a Roma, todos los pasillos del Ayuntamiento de Pozuelo llevan a la concejal Yolanda Estrada. No quiero tampoco meterme en el territorio de Possuelo, que le hará próximamente una pieza a medida con más brillantez y talento. Pero lo prometido es deuda.
No hablamos del Gobierno, pero ella es la concejal de Presidencia, disparatada denominación, directamente proporcional a sus delirios de grandeza. Estos días se habla mucho de ella porque ha aparecido en los papeles de Garzón. Aunque su paso por el sumario de Gürtel, donde aparece como el contacto de la trama de Correa en el Ayuntamiento de Pozuelo, no le ha producido, de momento, el menor rasguño político. Ni judicial.
Decía Churchill que en política los adversarios son los que se sientan enfrente y los enemigos son los de la propia bancada. Así que Estrada se lo aplica todas las mañanas y en vez de atizar a los del PSOE se dedica a triturar a los del PP. Es un curioso estilo de vida. Y una estrategia política singular. Dejar por donde pasas un permanente reguero de cadáveres al final suele provocar inevitables efectos boomerang con nefastas consecuencias. Como no ha leído al capitán británico Liddell Hart, el mejor teórico militar del siglo XIX, cuya obra cumbre es ‘La estrategia de la aproximación indirecta’, desconoce que es posible alcanzar determinados objetivos sin tener que chocar frontalmente con ellos.
Carlos Pérez Gastelu, un concejal socialista, que no es un tipo simpático precisamente, le recriminó en el último pleno municipal su habitual estilo «faltón, insultante y ofensivo». Tiene razón. Intentar matar moscas a cañonazos es una estupidez. Y, sobre todo, no es eficaz. Equivocarse en el tono puede ser tan grave como equivocarse en los argumentos. Es una pena porque tiene un par de cojones y cuando hay que salir a repartir bofetadas no es de las que se esconden. Pero suele confundirse de objetivo. No mide bien y para cada problema, en vez de una solución, busca un enemigo. Por todo lo dicho, que no quiten nunca a Estrada. Los malos siempre son más fascinantes. Y no descansan nunca. Los columnistas no solemos tenerles demasiada simpatía, pero sí una devoción incondicional. Dan mucho juego y jamás defraudan.
jacobodemaria2@gmail.com
Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.
No hablamos del Gobierno, pero ella es la concejal de Presidencia, disparatada denominación, directamente proporcional a sus delirios de grandeza. Estos días se habla mucho de ella porque ha aparecido en los papeles de Garzón. Aunque su paso por el sumario de Gürtel, donde aparece como el contacto de la trama de Correa en el Ayuntamiento de Pozuelo, no le ha producido, de momento, el menor rasguño político. Ni judicial.
Decía Churchill que en política los adversarios son los que se sientan enfrente y los enemigos son los de la propia bancada. Así que Estrada se lo aplica todas las mañanas y en vez de atizar a los del PSOE se dedica a triturar a los del PP. Es un curioso estilo de vida. Y una estrategia política singular. Dejar por donde pasas un permanente reguero de cadáveres al final suele provocar inevitables efectos boomerang con nefastas consecuencias. Como no ha leído al capitán británico Liddell Hart, el mejor teórico militar del siglo XIX, cuya obra cumbre es ‘La estrategia de la aproximación indirecta’, desconoce que es posible alcanzar determinados objetivos sin tener que chocar frontalmente con ellos.
Carlos Pérez Gastelu, un concejal socialista, que no es un tipo simpático precisamente, le recriminó en el último pleno municipal su habitual estilo «faltón, insultante y ofensivo». Tiene razón. Intentar matar moscas a cañonazos es una estupidez. Y, sobre todo, no es eficaz. Equivocarse en el tono puede ser tan grave como equivocarse en los argumentos. Es una pena porque tiene un par de cojones y cuando hay que salir a repartir bofetadas no es de las que se esconden. Pero suele confundirse de objetivo. No mide bien y para cada problema, en vez de una solución, busca un enemigo. Por todo lo dicho, que no quiten nunca a Estrada. Los malos siempre son más fascinantes. Y no descansan nunca. Los columnistas no solemos tenerles demasiada simpatía, pero sí una devoción incondicional. Dan mucho juego y jamás defraudan.
jacobodemaria2@gmail.com
Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.
Escribir un comentario