Nana para un niño recién nacido
Y es que, aunque tú aún no lo sepas, tu nacimiento ha conseguido lo que nadie podía conseguir: que tu padre se bajase de una gigantesca grúa donde estaba encaramado victima de su propia desesperación, en un acto inútil que no servía para nada. Un acto que únicamente servía para poner en peligro su vida.
Tu padre, chiquitín, cometió esa locura para llamar la atención sobre la injusticia que se había cometido con él y con tu familia. Una empresa trapacera le debía y le debe mucho dinero, y un hombre, lo sabrás cuando seas mayor, es capaz de cualquier cosa por defender lo que es legítimamente suyo. Pero esta vez se equivocó. Su gesto no ha llamado la atención más que a unos cuantos. En Pozuelo de Alarcón apenas hay medios de comunicación que reflejasen su desesperación y, a nivel nacional, tu padre no era más que uno más de tantos desesperados como hay en esta España, víctima de un irresponsable al que los ciudadanos de buena voluntad pusieron con sus votos como Presidente del Gobierno. Y uno más, aunque sea tu padre, no fue ni es noticia. Y su foto apenas tuvo ninguna repercusión aunque pusiese en peligro su vida. Así son ya las cosas en este país.
Sólo unos cuantos desalmados le estuvieron animando a seguir. Y digo desalmados porque lo hicieron con una aviesa intención. Lo hicieron con el claro propósito de politizar su caso. No estaban allí para ayudarle a resolver su situación. Les daba igual que cobrase o no. Sabían de sobra que era imposible que lo hiciese, pero usaron a tu padre para desgastar al alcalde. Así es la política. Sabían que ni siquiera el alcalde podía hacer nada por él pero le animaban a seguir como se anima a un trapecista. Con morbo. Para, luego, cuando el frío, la lluvia, la nieve o la noche le golpeaban irse a sus casas, subir la calefacción y jugar a conspiradores y a hacer cábalas sobre el tiempo que estaría tu padre sobre la grúa y lo que ello erosionaría, políticamente, al Ayuntamiento.
Hoy, por fin, tu padre se ha bajado de la locura. Y lo ha hecho por ti. Tú sólo, niñito, has conseguido que renuncie a su desesperación y haya vuelto a casa.
No te voy a contar ahora toda la historia del drama que está viviendo tu padre. Ya te lo contaran otros. Sólo quiero que le ayudes a reflexionar y que, cuando despierte, se decida por otras alternativas de lucha menos arriesgadas y más efectivas.
Y nada más. Te dejo en paz. A fin de cuentas, creo que la mejor nana que puedes escuchar ahora es la respiración acompasada de tu padre descansando a tu lado. Te lo mereces. Hoy, por ti, ha renunciado a una locura.
A mí, para terminar, sólo me gustaría que, parafraseando a José Agustín Goytisolo, algún día te acuerdes de lo que escribí pensando en ti como ahora pienso, en este Diario de Pozuelo... Porque ya verás, como a pesar de los pesares, la vida es bella, tendrás amigos y tendrás amores y serás muy feliz en esta España. Un beso.
El Capitán Possuelo.
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