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La crisis de España

 

Desde mis natales tierras andinas contemplo con preocupación la crisis de España. Y no porque añore la vida democrática, salvaje en exceso con los débiles, que domina sobre lo que nuestros abuelos nos habían transmitido en el sueño de la madre patria.

Como sabrán mis lectores no puedo estar orgullosa de la experiencia laboral que tuve en el grupo mediático más influyente y democrático de España cuya burbuja parece que ahora, sin apoyo oficial que tuvo, se está desinflando al igual que la del futbol y la de la construcción. Todavía me sorprende que ese marco de relaciones “laborales” sea tan valorado por las becarias que trabajan en él sin más expectativas que proporcionar satisfacciones sexuales y que eso no trascienda a los intelectualmente pobres lectores de esos influyentes medios que conforman la opinión pública democrática. Quizá me puedan acusar de estar traumatizada por esa experiencia y es posible que sea cierto.


Aunque yo siempre he sido radicalmente de izquierdas, la experiencia de vivir el socialismo ibérico al servicio de multinacionales bastante mafiosas, como aquella en la que trabajé, me ha marcado y me ha ido cambiando algo la perspectiva que ahora, en la lontananza, veo más nítida. Por eso me preocupa que el Partido Popular no esté cambiando las cosas desde el gobierno pese a que yo misma cada vez confío menos en los gobiernos.

Últimamente, siguiendo la tónica socialista, los medios oficiales han presentado como éxitos la colocación de miles de millones de euros de deuda pública a menor tipo de interés, que sin duda se deberá al respaldo de Banco Central europeo, cuando el verdadero éxito habría sido no tener que pedirlos o, mejor incluso, haber devuelto parte de las cantidades adeudadas.

Pero también me parece preocupante que no enfrenten una regeneración educativa, cultural y moral de la sociedad española. Me llegan noticias de nepotismo en los nombramientos de cargos públicos que no se diferencian mucho de las prácticas que se han seguido largo tiempo en la Junta de Andalucía. Se ve el zigzagueo que evidencia carencia de proyectos, la timidez en reformas sociales que deberían arrancar alguno de los males que lastran a España tales como la abundancia de burocracia o el bajo nivel científico de la enseñanza. Pero sobre todo no se pincha la burbuja del ocio oficial que promueve la liviandad y lisura de una vida sin laboriosidad, que perpetúa la desidia profesional remanente del socialismo y que se burla de la decencia y religiosidad de la gente modesta que posibilitaba la quijotesca caballerosidad española tan admirada por nosotros en América.

En definitiva, no enfrentan la recuperación y actualización del modo de vida que hacía atractiva la madre patria a nuestros abuelos y que a muchos de América nos hacía soñar con recuperar la unidad que una vez tuvimos. Y eso me apena.

Jennifer García

*Este diario no se hace responsable de las opiniones vertidas por sus colaboradores

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