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Esperanza y el sentido común

Esperanza y el sentido común

Olivo CortesLa presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha vuelto a acertar. Una vez más. Su propuesta de reducción del cincuenta por ciento de los miembros de la Asamblea de Madrid es de las cosas más sensatas que se han oído en los últimos meses. Sentido común en estado puro. Es lo que quieren los ciudadanos, es reducción del gasto, es ajustar el Estado a sus límites sostenibles y es rebajar los reinos de taifas que tenemos en España a su condición constitucional.


España no es un Estado Federal ni Confederal, por mucho que se empeñen socialistas y nacionalistas, y no es razonable mantener 17 parlamentos autonómicos que, en lugar de representar a una región, parecen clones del Estado central. Por tal motivo, la propuesta de Aguirre es, insisto una vez más, una magnífica apuesta por una regeneración constitucional, que recupere el Estado como instrumento al servicio de los ciudadanos y, no al revés, como acontece en la actualidad, que se ha convertido en un parásito gigantesco que sobrevive de los impuestos de los ciudadanos. Había que ponerle freno. Hay que recortar el Estado autonómico.



Y Esperanza, con sus rebatidas declaraciones, ha abierto la puerta que nadie se atrevía a abrir. Y las comunidades autónomas más sensatas deberían seguir su ejemplo. A las insensatas, a esas que entienden que el Estado debe ser residual en su territorio, habría que obligarlas por ley. No se puede mantener una autonomía como la del País Vasco, por ejemplo, con un Concierto Económico tan injusto y discriminatorio, que tengamos que mantener el resto de españoles. Porque no debe olvidársenos tan fácilmente que el resto de España pone 1.800 millones de euros, aproximadamente, cada año porque al Gobierno vasco no le llega con los impuestos que recauda en su comunidad. Que los recauda todos. Algo que también quieren los catalanes que también están en la ruina. Tontos no son. Por eso, la reducción debería ser generalizada y llevada a cabo por Ley Orgánica.


El Estado autonómico que nos dimos ha terminado siendo políticamente un desastre y económicamente un cáncer terminal y Esperanza Aguirre lo único que ha hecho es decir el voz alta lo que todo el mundo piensa, excepto el nacionalismo egoísta. Ahora, incluso, lo piensan organismos internacionales y agencias que no hacen otra cosa que llamarnos la atención ante el despilfarro.


Y ya que se ha abierto el melón, bueno sería que también se fuesen recortando todos esos organismos de pega a los que llaman 'síndics', 'arartekos', 'procuradores del común', 'valedores do pobo', 'justicia de Aragón' y demás defensores de reinos de taifas o de tribus ibéricas, que vaya usted a saber, y que se lo gastan como si hubiese. Creo que sólo Madrid, Cantabria y Extremadura no cuentan con esa figura tan curiosa.


Por todo esto y por muchas cosas más, tras la propuesta de Aguirre creo que aún hay esperanza porque, a fin de cuentas, empieza a volver el sentido común.

Olivo Cortés

*Este diario no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores ni de las de las cartas al director.

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