Antonio González Terol: un político moderno en Pozuelo de Alarcón
España vive un momento muy complicado, y no sólo económicamente, como consecuencia de la crisis de una clase política que agoniza porque, desde hace años, se ha empeñado en vivir al margen de los tiempos. Herederos de una Transición muy complicada y sin haber sido capaz de superarla totalmente, su propia dinámica caduca está acabando con ella. De hecho, ya es la tercera preocupación de los españoles, según las encuestas del CIS. Y el problema es que esa escasez de popularidad no es fácil de defender.Por eso, cuando uno se encuentra con políticos de su tiempo, como Antonio González Terol, alcalde de Boadilla del Monte, cree que aún no está todo perdido.
Y es que Antonio pertenece a una nueva generación de políticos que no sigue la senda tradicional por haberse criado más allá de esa nueva frontera que delimita al mundo entre los que están en internet y los que siguen estando fuera. Hecho, por cierto, que le lleva a pensar que no se puede gobernar para grupos sino para individuos. Y esa es la clave.
Es cierto que hay que seguir legislando para las mayorías pero, también es cierto, que hay que hacerlo convenciendo de ello a cada persona individualmente porque así lo permite la tecnología y así lo exige el ciudadano en esta nueva era. Y, a ser posible, quiere que se le convenza a diario y de cada acción política.
Y para ello, el alcalde de Boadilla utiliza las redes sociales, por poner un sólo ejemplo. Pero no lo hace como un político normal, de esos que pertenecen a esa clase política que agoniza, que está en las redes sin creer en ellas y que las utiliza, únicamente, en campaña electoral o, impersonalmente, a través de su Community Manager. Terol, por su parte, las maneja personalmente. Y no sólo Facebook y Twitter">Twitter, como la mayoría. Antonio, incluso, ha buscado un target de público joven en Tuenti, donde tiene una cuenta con 1000 amigos, que es el tope que permite esta red social, y hace uso de Flickr, red social especializada en el almacenaje de fotos y que utiliza en su web personal.
Y se nota que las mueve, directamente, en su ortografía y, a veces, en su léxico precipitado. Pero eso no tiene mayor importancia cuando lo que se busca es cercanía con el ciudadano. Lo suyo no es políticamente correcto pero indica autenticidad. Porque mostrar sorpresa, tristeza, alegría o cansancio le hace ser como los que le siguen o le preguntan. Y eso es vital para los administrados porque no le ven subido a un pedestal sino que está a ras de suelo, que es como ellos y que está con ellos a diario.
Y si no responde él al problema, responderá personalmente un concejal... Y si no puede durante el día, responderá por la noche... Y si está roto por el cansancio, lo hará al día siguiente... Pero siempre responderá. Y eso, para mí, es ser un político de su tiempo. Porque, además, no solo responde a los vecinos si no que busca la interacción. En Twitter hace "follows" o busca la polémica retwitteando frases, no siendo suyas, para conocer la opinión de la calle. Está tan cerca de los ciudadanos que, incluso, dice donde está en cada momento, con quién y para qué, con lo que muestra un síntoma claro de Transparencia.
Y esta actividad es la que hace que tenga 3.000 seguidores en Twitter, cuando Boadilla sólo cuenta con 45.000 habitantes y casi la mitad tienen menos de 18 años o son mayores de 55 años, lo que significa una importante cifra.
Y, aunque las comparaciones son siempre odiosas, sirvan estos datos de referencia: José Ignacio Fernández Rubio, alcalde de Las Rozas, tiene 886 seguidores, Narciso de Foxa 1335, y Paloma Adrados 2127, teniendo poblaciones que doblan a la de Boadilla.
En Facebook tampoco se queda atrás. Tiene casi también 3.000 amigos, y supera a todos los alcaldes anteriormente mencionados.
En definitiva, que Antonio González Terol ya pertenece a una nueva clase política. Esa que busca acercarse a los ciudadanos no como masa sino de manera individual.
Antonio L. Rodríguez
*Este diario no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores ni de las de las cartas al director
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