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Carne de psiquiátrico

 
Nunca entendí por qué los Concejales de Tráfico de cualquier ciudad de España pasaron a llamarse de Movilidad. Y menos entiendo que lo hicieran de una legislatura a otra y sin que nadie se enterase. Como a hurtadillas. Como de noche. Como no queriendo llamar la atención. Movilidad, según la RAE, es capacidad para poderse mover, y eso es, exactamente, lo contrario de lo que hacen los concejales que se dedican a conseguir que se pueda circular en coche por la ciudad. ¿Cómo se puede llamar, entonces, concejales de movilidad a los concejales de los atascos? Pienso que era mucho más digno lo de Tráfico. Pero, en esta España nuestra de la contradicción y los eufemismos, todo empieza a valer.



En el caso que nos ocupa, el Concejal de Pozuelo de Movilidad, Transportes y Servicios Municipales, o sea, de los atascos, se llama Pablo Gil. Un tipo joven y apuesto que sólo cuenta con 33 años. Y no sé, realmente, si eso es malo o bueno. No sé si para ser concejal de tráfico de esta gran ratonera que es Pozuelo, o de cualquier otra, es bueno ser joven o no. Es cierto que en los jóvenes políticos está el futuro pero eso debe ser cuando se encargan de otros menesteres. La experiencia clínica demuestra que a más jóvenes empiecen de concejales de tráfico más pronto se queman en la pira de la circulación, con lo que antes terminan siendo carne de psiquiatras. Y Pablo está ya en la segunda legislatura en puesto tan complicado.

A los concejales de tráfico les suele cambiar, incluso, el carácter. Andan como idos. Me ha dicho un psicólogo argentino, amigo mío, que trabaja en una pizzería de la Avenida de Europa que a algunos de estos concejales les da, incluso, por contar los guiños de los semáforos en ámbar, cosa que viene a ser como dar palos en los charcos y me asegura que eso le produce muchos altibajos. Que pasan del cabreo más monumental de una hora punta a la mayor de las euforias en una hora valle. Y eso me preocupa porque, según me cuentan en los bares de La Estación, en Pablo, esos altibajos empiezan a ser más habituales de lo normal y, de pronto, le sale un ramalazo de mala uva, impensable cinco minutos antes cuando era un tipo encantador. Y lo que es peor, que en esos minutos de mister Hyde contesta lo primero que se le pasa por la cabeza. Hecho que terminará pasándole factura política por la facilidad de crearse enemigos que ello lleva consigo.

Pero no es para menos. No sé como deben andar las encuestas en lo que se refiere a la satisfacción ciudadana respecto al tráfico de Pozuelo pero me temo que deben ser muy malas y eso debe poner de los nervios a quien tiene por obligación solucionar el problema. Porque salir por la M-40, por ejemplo, un día cualquiera entre las 7 y las 9 horas es sólo aconsejable para los adictos al Prozac. Y no digamos el lío que se monta a entre la Plaza de la Constitución y el puente del ferrocarril de La Estación. De locos.

Pablo, por otra parte, en su auto-tormento diario ha sido, nada más y nada menos que el concejal de los parquímetros de Pozuelo. Lo que tampoco sé si es bueno o malo a su edad. Hay opiniones para todo. Y sin salir de la Avenida de Europa. Basta casi con cambiar de acera o irse unos número arriba o abajo para darse cuenta de la división de opiniones que ha provocado. Unos se acuerdan de su familia materna y otros de su familia paterna. Aunque no siempre para mal, dicho sea de paso.

En cualquier caso, lo que me asegura todo el mundo es que Rajoy debería elegirle para sustituir a Bárcenas como tesorero del PP. Lo suyo, dicen, contra las corruptelas y prebendas roza lo maníaco (hecho que le honra). Y más con la que está cayendo con el tal ‘Gürtel’ en su partido.


Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.


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