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La Calle de Las Flores, la otra cara de Pozuelo

 

La calle de Las Flores se ha convertido en una de las zonas más conflictivas de Pozuelo de Alarcón. Ha sido tomada por grupos de latinoamericanos, que se apostan en sus aledaños.

090930_calleflores2.jpgLos viandantes pueden encontrarse con ellos en cualquier momento del día, más numerosos desde las horas de la tarde hasta la noche. En este lugar, el trato vejatorio y las agresiones están empezando a hacerse frecuentes.

Acostumbran a reunirse en el bar ‘Latino’s’ -genitivo sajón, que en inglés significa ‘perteneciente a…’-, local en el que, al menos una vez al día, se ven pasar a su interior a agentes del orden para hablar con los dueños. Las personas de una taberna cercana sólo se quejan del ruido. «No sé si darán problemas o no, pero lo que es ruido, bastante; sobre todo de viernes a domingo, hasta altas horas de la noche», comentó uno de los camareros del local.

Uno de los clientes, un hombre de la tercera edad, se mostró disgustado ante las preguntas que le formulamos: «Pozuelo es un sitio señorial, no es como otros barrios bajos de Madrid. Aquí no hay delincuencia», aseveró con indignación.

Muchos de los vecinos del barrio se niegan a ofrecer testimonio, y menos en medio de esta calle, ante la mirada de sus compañeros de vecindad. El temor a una posible represalia es palpable. Por eso, Diario de Pozuelo distorsionará en todo momento los nombres, géneros, rasgos físicos y profesiones de las personas a las que ha tenido acceso con el fin de salvaguardar su integridad.

Múltiples declaraciones

Lo más sencillo es encontrar declaraciones de personas que no residen en este entorno. «No respetan las normas de civismo. En vez de integrarse ellos a la comunidad pretenden que te integres tú a ellos», comentó un sujeto que frecuenta la zona y que pide no ser identificado. «El otro día agredieron a un chaval que no quiso darles un cigarro. Le empujaron contra la pared y le dejaron toda la cara morada», siguió exponiendo.

El testimonio del empleado de una tienda cercana al barrio resultó revelador. «Aquí están todos los días a navajazos. El otro día tiraron a uno desde un balcón», relató con indignación. «Cómo será la cosa, que el chaval al que agredieron el otro día ha ido recogiendo firmas, y en una semana y media ha conseguido todas las que necesitaba».

Según la reconstrucción de los hechos efectuada a partir de lo que relatan las fuentes, el vecino agredido volvía del trabajo a la una y media de la madrugada. Los jóvenes latinoamericanos del barrio eran conscientes de su condición de fumador, y fueron a pedirle un cigarro. El chico se lo negó, argumentando que no tenía tabaco. Lo siguiente, presuntamente, fue que se abalanzaron sobre él, empujándole sobre la pared y golpeándole la cara. El verdadero motivo de dicha paliza aún no ha sido demostrado. El agredido, harto del trato de estas personas, fue personalmente a hablar con el concejal de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento para exigir que se regule esta situación, y emprendió las labores de recolección de firmas.

Esta redacción estaba interesada en conseguir declaraciones de los protagonistas para publicar una información objetiva. Cuando dos reporteros de Diario de Pozuelo se encontraban fotografiando los exteriores del bar ‘Latino’s’ en la calle de las Flores, dos personas corpulentas y con rasgos latinoamericanos salieron de su interior, increpándolos. Los redactores iniciaron la marcha para salir del lugar, pero estos dos individuos les siguieron. «Tú, tú; el de la cámara», les espetaba uno de ellos.

El Modus Operandi

Se apostan a ambos lados de la calle. Pueden formar grupos entre dos y ocho personas. Puede haber varios grupos a lo largo de los 200 metros de vía. Buscan huecos donde poder sentarse, no importa si es una pared, un portal, o el acceso a un comercio. Según pudo saber Diario de Pozuelo, una de las tiendas de la zona tuvo que cerrar porque un grupo de latinoamericanos eligió el espacio frente a su puerta para sus reuniones.

Más que un problema de violencia, lo que se vive en la calle de Las Flores es un problema de inhabitabilidad. La calle parece tener dueños, y eso tiene difícil solución. No es un problema nuevo, son varios años seguidos en los que la situación se repite.

En pequeños pisos -de unos 50 m²- viven 6 ó 7 personas. Ese no es más que otro motivo más que les impulsa a hacer vida en la calle, ‘su’ calle.

Debido a que los ataques son cada vez más virulentos y al malestar de los vecinos, que han elevado sus quejas a los ediles del Ayuntamiento, el Consistorio ha decidido tomar cartas en el asunto. Anteriormente los cuerpos de seguridad municipales ya miraban con especial atención esta zona, pero desde el último brote de violencia los agentes han recibido órdenes de vigilar constantemente la calle. Una patrulla de dos policías municipales la recorre durante casi todo el día, atendiendo las peticiones de vecinos y comerciantes y vigilando a los posibles asaltantes.

Alguna de las personas que viven en los pisos de esta zona ha elevado sus quejas a la redacción de este diario. En ellas se insta al concejal de Seguridad Ciudadana para que concentre el máximo de sus esfuerzos en erradicar los conflictos.

Por esto, se están tomando diferentes medidas para erradicar una violencia que es puntual, pero unas molestias vecinales continuas. Medidores de nivel de ruido comprueban que se cumpla con la ley. Equipos de música requisados, sustituidos por una televisión encendida con el volumen al máximo. Redadas policiales para la identificación de los vecinos de la zona. Incluso, existe una propuesta de vigilar la calle con cámaras de seguridad durante las 24 horas del día.


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